Diario de León
Publicado por
ESTEBAN IBARRA
León

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No hace mucho tiempo llegó la última advertencia de la ONU sobre el crecimiento del Racismo, la Xenofobia, el Antisemitismo, la Islamofobia y otras formas de Intolerancia en Europa. A la misma conclusión llegaron el Observatorio Europeo de Fenómenos Racistas, la OSCE y otros organismos que hacen seguimiento del problema. En efecto, uno de los factores más señalados es el miedo a todo lo relacionado con el Islam tras los atentados del 11-S en Nueva York, 11-M en Madrid y 7-J en Londres, así como de otras acciones del terrorismo internacional, pese a que dirigentes políticos se manifestaran desligando el terrorismo del colectivo musulmán. Pese a la labor de contención institucional en torno a los momentos de esos trágicos sucesos, en Europa se ha producido un serio aumento de las agresiones verbales y físicas hacia los musulmanes, tanto por parte de grupos extremistas como por personas de forma individual. El recelo y rechazo sustentado no solo por el miedo también por prejuicios antiguos y profundos, ha exacerbado el acoso al magrebí, al árabe y al musulmán. El velo y el turbante, la mezquita y el inmigrante, son puntos de referencia de la fobia al Islam, de una intolerancia extrema en donde convergen el rechazo religioso, la xenofobia y el racismo, una intolerancia que se expresa no solo desde la discriminación sino con evidentes y registrados actos de violencia. Además del uso del discurso antiterrorista por quienes fomentan la islamofobia, se acompaña un discurso que criminizaliza al magrebí, lo convierte en un sospechoso de delincuencia e incluso culpabiliza a todo el colectivo cuando alguno de sus miembros comete la infracción. Y si acaso no es suficiente, al magrebí o musulmán se le vincula a las drogas, a la deflación laboral en una supuesta competencia desleal por el trabajo, y a una temida y silenciosa «invasión» en patera urdida con astucia por quienes quieren conquistar Europa para un nuevo Califato, como verifica, según sus detractores, el carácter irreductible de los musulmanes en el ámbito cultural y religioso, porque en definitiva, estas personas «no se quieren integrar». El neofascismo, la ultraderecha populista, el neonazismo, el integrismo conservador,... el conjunto de formaciones de derecha extrema a nivel internacional, hacen de la islamofobia, salvo rara excepción, un eje estratégico de su política. En España, como en el resto de Europa, el rechazo a la inmigración magrebí es recogido en todas las encuestas como de los más elevados, y solo superado por el rechazo a los gitanos. Este rechazo es utilizado y se presta a todo tipo de campañas de intolerancia, bien contra la construcción de mezquitas o contra el acceso a derechos sociales, además de captarlo como bandera política, cual es el caso del ingreso de Turquía en Europa, de la enseñanza del Islam en la escuela, del uso del velo por las mujeres musulmanas o cualquier otro elemento factible de ser instrumentalizado. En este sentido se ha pronunciado la Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia (ECRI) al declarar que los inmigrantes de los países musulmanes y el propio Islam se han convertido en objetivos principales de políticos sin escrúpulos que expl otan los sentimientos de inseguridad en un mundo cada vez más diverso y multicultural. Lejos de considerar anecdótico la emergencia de formaciones ultras y populistas que hacen de la islamofobia, junto al antisemitismo, un eje central de su discurso político, se debería contemplar con preocupación el avance de quienes apuestan por la profecía del conflicto civil que desean se «autocumpla», los del denominado «choque de civilizaciones». En España, mientras, aunque no existe una formación política que aglutine a todo el espectro ultra y xenófobo, decenas y decenas de grupos se han lanzado contra la inmigración y contra el Islam, desarrollando un discurso que se resume en una tetralogía de la intolerancia, con la siguiente ecuación: magrebí-fanatismo islámico- delincuencia- terrorismo, impulsando la agitación social tras cada suceso o la sola presencia de una mezquita en una localidad.El incremento de la intolerancia ha convocado reiteradamente a los organismos internacionales, junto a las organizaciones de defensa de los derechos humanos, que no han cesado de realizar llamamientos para actuar y frenar su aumento. A la cabeza de la denuncia de la islamofobia ha estado Kofi Annan, insistiendo en la distorsión que cometen los intolerantes de los principios del Islam y en el fanatismo fóbico de su conducta, señalando la falsedad de quienes afirman que «el Islam es incompatible con la democracia»y que es «irrevocablemente hostil a la modernidad y a los derechos de las mujeres», así como la responsabilidad de aquellos círculos institucionales que «permiten declaraciones denigrantes sobre los musulmanes sin ninguna censura», con el resultado de que el prejuicio adquiere aceptación social. El Secretario de Naciones Unidas invita al mundo a combatir la islamofobia, «una de las peores lacras del presente que afecta especialmente a los países democráticos». Esta lacra en nuestro país tiene una profunda matriz social, incluso histórico, además es un prejuicio que no es combatido en la escuela, donde ni los profesores, ni los manuales escolares abordan adecuada y pedagógicamente el mundo árabe y el Islam. En el ámbito educativo domina la superficialidad, el desconocimiento y el error, además de la asunción de prejuicios e interpretaciones parciales y xenófobas que denotan rechazo a la cultura árabe y musulmana.

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