Diario de León
Publicado por
Afrodisio Ferrero Pérez
León

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«El regreso a la maragatería supone un salto en el tiempo, que desde el presente nos lleva a la búsqueda de refugio, con motivos fundados, en el pasado, constituyendo un retorno gozoso y generador y en definitiva un punto de partida». En este sentido se expresa el maestro Antonio Pacios Alonso en su reciente libro: Valdespino de Somoza: Maragatería (Ed. Lobo Sapiens. León 2021). Libro que nace del arraigo a la tierra maragata, en términos de ahora mismo a la «matria», a pesar de su vinculación personal del autor al Páramo por razón matrimonial.

El título de esta publicación encierra una documentada crónica en la que se recoge una sucesión de hechos familiares, históricos, sociales… en los que se cimenta la convivencia y el sentido de una experiencia vital. Lo vivido es, concretamente, al modo de Ortega: «yo y mis circunstancias». Pero, a mi entender, la obra sobrepasa el interés comarcal y se plantea como un memorándum que resume la razón vital y los acontecimientos de una comunidad de fuertes tradiciones y personalidad propia, como lo es la maragata. Estamos ante una completa visión del entorno: tierra, costumbres, leyendas, tradiciones y personajes que conforman una entraña de puros aconteceres que son las claves del espíritu maragato. En el centro de este escenario, precisamente, nos encontramos con Valdespino de Somoza, que centra la cuarentena de poblaciones que conforman la maragatería y su mística, dónde se siente, como en toda vida humana, está en conexión con vidas precedentes y posteriores, en una suerte de encadenamiento social de generaciones. Ahora bien, como dice el autor: «El presente hay que buscarlo en algún lugar, y este lugar está conexionado con un pasado delineándose en nuestras raíces».

La vida conlleva un código oculto que nos impulsa a volver a las raíces, a la tierra de la nacencia, que es, en este caso, el corazón de la Maragatería

Sin duda, la vida conlleva un código oculto que nos impulsa a volver a las raíces, a la tierra de la nacencia, que es, en este caso, el corazón de la Maragatería. Desde esta posición el profesor Pacios se enmarca, en la órbita de su propio pueblo, para contarnos y evocar algunas tradiciones famosas y muy conocidas como la boda maragata, con su sentido de matrimonio con vistas a la continuidad de generacional y que conforma una de las realidades esenciales de la sociedad, centrada en la vida familiar. La mujer con su tiara alta mostraba su empoderamiento en el hogar, se adornaba de signos de varios colores en los que predomina el rojo y se complementaba con abalorios, collares y relicarios de oro. El novio, por su parte presenta un atuendo de sombrero chambergo, almilla con botonadura de plata o metal, bragas de raso, cinto de colores con leyenda, polainas. Tradición que se conserva, frente a otras perdidas como la covada y la arada. El matrimonio fortalecía las familias, aunque era frecuente su celebración entre parientes. Otros autores como Luis Alonso Luengo, Augusto Quintana, Alonso Garrote, José María Luengo, José Manuel Sutil han recogido esta tradición, sin olvidar a Concha Espina en su obra «la esfinge maragata» y Gil y Carrasco en su prosa poética.

La forma, por excelencia, de negocio y vida del maragato era la «arriería» que Pacios recrea en su brillante crónica: «Y entre los azares de su caminar/ piensa en los lugares del viejo solar;/ del viejo solar, prez de sus mayores/ dónde tiene el nido de castos amores». La arriería, según el autor, tiene dos aspectos esenciales que engloban tanto el «de puerta a puerta», un servicio muy en boga hoy en día; y otro consistente en disponer de los elementos necesarios para esta actividad principalmente carros y caballerías. Los maragatos establecieron varias rutas, que partiendo de sus pueblos de origen: Valdespino, Val de san Lorenzo, Santiago Millas, Castrillo de los Polvazares, entre otros, se preparaban para acometer la ruta del Noroeste hacia Coruña y otras a Salamanca, Plasencia, Cáceres o Madrid, con el fin de abastecer y distribuir todo tipo de mercancías que iban desde el vino, los jamones, cereales, paños de Béjar, quesos y un sin fin de mercancías. La cualidad básica del «arriero maragato» era la sobriedad de palabra y la honradez a carta cabal, lo que permitió su prosperidad, hasta el punto que la Corona de España confiaba a estos mercaderes leales el traslado de tributos y el oro de las indias desde los puertos de llegada hasta la Corte. Esta no fue época de maragatos anónimos como señala el autor Pacios: «Bástenos recordar al maragato Cordero, que en el siglo XIX regentó una línea de transporte de viajeros con la denominación ‘Diligencias del Poniente de España’. Han transcurrido muchos años y esta forma de negocio decayó con la construcción del ferrocarril, fue lo que llevó a cambiar su actividad sin perder su espíritu plasmado en sus costumbres y tradiciones: ‘Soy maragato por fuera/y maragato por dentro/ y lo digo donde quiera/ porque con fervor lo siento./ Ser maragato no es solo nacer en San José/ sino sentirse con fe/ en camino sin recado’. Con los nuevos tiempos emigraron a: Madrid, Barcelona, Bilbao, Valladolid, León y también a Hispanoamérica como Argentina y Uruguay entre otros países».

En resumen, el libro del profesor Antonio Pacios nos acerca a una maragatería viva y esta vida es la que alimenta la historia de los pueblos. El autor, en síntesis, regresa a Valdespino de Somoza, como retorna todo arriero, donde la tierra es el imperativo del alma.

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