Diario de León
Publicado por

Creado:

Actualizado:

En primer lugar, y mientras persista el virus, los centros de enseñanza han de adecuarse al dictamen que marquen los científicos. Quizás para entonces ya sabremos más por la experiencia de otros países. Esto, no obstante, no deja de ser provisional en tanto en cuanto no tengamos vacuna. De paso, no viene mal que se aumenten las plantillas de profesores para que haya una atención más personalizada. Por eso, no parece baladí sentarse y diseñar los pilares más firmes para un desarrollo cómodo y cálido de los programas educativos. Para esta tarea hacen falta buenos técnicos, amén de un estudio del panorama internacional.

Urgen más, tal vez, aspectos más hondos. Por ejemplo, la diferenciación enseñanza pública, privada y concertada. Creo que poco a poco ha de darse una salida clara a estas vías. Sería bueno que paulatinamente la concertada dejara su vigencia y solo atendiéramos a las dos vías: pública y privada. Bien es verdad que la concertada ha colaborado eficazmente a una expansión ordenada de la educación, pero no tiene cabida en un futuro, donde el refuerzo de la pública ha de ser una prioridad para el Estado. Por otro lado, la enseñanza privada tiene sus cuotas y ha de caminar a su aire, dentro del diseño ministerial.

El futuro nos orienta en otras direcciones más satisfactorias: hay que ocuparse más de la persona que estudia, saber combinar bien el lado emotivo y espiritual de cada cual, siempre en contacto con la familia. Hoy aún prevalece la idea del profesor que imparte su materia y se va

Puestos en el carril de lo público, ha de estudiarse la ampliación del estudio telemático, en previsión de posibles confinamientos. Pero, incluso sin ellos, sería deseable que esta extensión tecnológica llegara a los máximos alumnos. En cualquier momento, los profesores y alumnos podrían ponerse en contacto para supervisar trabajos, orientar caminos, trazar investigaciones… Me consta que estas actividades se están haciendo ya, aunque a una escala ínfima.

La enseñanza debe explorar otras materias, otros campos más acordes con el discurrir social. No podemos seguir anclados en los métodos y materias de siglos pasados, por más que sea lo más cómodo. El futuro nos orienta en otras direcciones más satisfactorias: hay que ocuparse más de la persona que estudia, saber combinar bien el lado emotivo y espiritual de cada cual, siempre en contacto con la familia. Hoy aún prevalece la idea del profesor que imparte su materia y se va. Luego, en un alarde de repetición, el alumno pasa por unos exámenes y aprueba o suspende y así indefinidamente. No parece que esto se sostenga mucho tiempo, dado el cansancio y aburrimiento de muchos alumnos. La enseñanza por este camino va abocada al fracaso, al desinterés, al abandono…

Es verdad que estos cambios tienen que venir desde arriba, desde la Universidad, que es donde se forman los profesores. El licenciado sale de la Facultad sin medios para enfrentarse al alumnado. No vale con haber superado un ciclo de enseñanza o un máster. Quizás sepas mucho, pero te faltan herramientas para llegar a los estudiantes. Y viene el desánimo de unos y de otros. La docencia es algo más que “saber”, es llegar al otro, convencerle, transmitirle que el aprendizaje es fundamental en la vida. La enseñanza no es un “loro” que nos llena de contenidos y luego los repetimos cada pocos meses. La enseñanza abarca mucho más, nos forma como personas, nos abre caminos, nos ayuda a ser más libres, nos socializa… Y esto, cuanto más abajo, es más importante. Después, poco a poco, soltamos lastre y nos interesamos más por el saber, por la investigación, por la cultura…

Sería bueno que los técnicos pusieran ya los medios para una manera nueva de docencia. El revuelo puede ser mayúsculo, a pesar de que el rigor nos indica que hay que ir despacio. Mi manera de plantear la educación iría de arriba abajo y con un nuevo orden de materias o perspectivas. Habría áreas básicas: Matemáticas y Ciencias, Humanidades, Tecnología, Idiomas y Pedagogía. En torno a estos pilares, habría que fundamentar la nueva enseñanza. A medida que se avanzara, se podría singularizar cada vez más algunas de estas áreas, aunque sin concretar en exceso. El detalle y la especificidad quedarían para la Universidad. Entretanto, los alumnos se capacitarían en los estudios más acordes con sus deseos e intereses. Se trata de formar jóvenes más capacitados en las materias y más formados en su inserción social. Libertad y responsabilidad tienen que sumar en este bagaje personal de adquisición de saberes. Se sabe una materia, al tiempo que se han adquirido unos valores necesarios para bandearse en la vida.

Es hora de sentarse, estamos a tiempo. El virus nos puede ayudar a repensar las cosas y dar un giro copernicano a la enseñanza en nuestro país. Es necesario el cambio. Los valores están encima de la mesa, gracias a esta pandemia. Los gobiernos saben que el cambio no puede detenerse, que debe amparar la nueva forma de vivir. Por encima de todo, nadie duda que está la salud —las pruebas son patentes—; después, viene la educación y, como desencadenante, el trabajo. Estos tres pilares son el sustento de un país. Por eso, cualquier esfuerzo que se haga en pro de estos cambios será la mejor herencia posible para nuestros jóvenes. Dejemos atado y bien atado estos principios, lo demás vendrá por añadidura. Y aquí no vale regatear dinero, cueste lo que cueste. Quizás, tengamos que reducir muchos gastos para que se llene de buena salud el cambio que se nos viene encima.

tracking