Diario de León

TRIBUNA

San Isidoro, del 1063 al 2013

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Finalizando ya el presente año, la Muy Ilustre, Real e Imperial Cofradía del Milagroso Pendón de San Isidoro de León, junto con el Cabildo y la familia isidoriana y con la presencia de todas las instituciones oficiales leonesas, se apresta a celebrar la conmemoración de 950 aniversario de tan especial hecho histórico, que quizás cambió el devenir espiritual del antiguo Reino de León.

Así se iniciará el Año Isidoriano, en la Real Basílica, el próximo sábado, día 15 de diciembre, a las 21 horas, con una Solemne Vigilia de Oración y Ceremonia de la Luz, ante el arca con los restos de San Isidoro y la aceptación e imposición de medallas de las nuevos veintidós ilustres damas y caballeros cofrades del Pendón Isidoriano de Baeza. Al día siguiente, domingo día 16, a las 13,30 horas, el cardenal José Manuel Estepa Llaurens, arzobispo emérito general castrense, oficiará la solemnísima celebración eucarística en la que se le hará entrega del nombramiento de Ilustre Caballero Cofrade de Honor, así como la imposición del hábito a los neófitos ilustres caballeros y damas de esta institución y juramento de fidelidad al Pendón de San Isidoro, enseña con honores de capitán general de los Ejércitos de España.

Rememorando la historia, allá por el siglo XI, el buen monarca Fernando I, el Magno y su esposa doña Sancha, encargaron a los obispos Alvito, de León y Ordoño, de Astorga, viajar a las tierras andaluzas sevillanas para recoger las reliquias de Santa Justa y Santa Rufina y con ellas engrandecer la recién remozada iglesia de San Juan Bautista.

Pero los avatares de la historia quisieron, según hace referencia la leyenda, que los dos obispos leoneses, por intercesión del propio santo, recuperaron del taifa árabe Almotadid, las reliquias de nuestro San Isidoro.

Y se encaminaron hacia la capital leonesa con el santo hispalense, viéndose cumplidos varios milagros a su paso por los pueblos de este viejo Reino. En algunos curaron pestes y epidemias y todavía es hoy el día que esos pueblos siguen recordando los milagros de San Isidoro.

Las actas que dan fe de la traslación de las reliquias y los episodios del recibimiento y consagración, están recogidas en la Crónica Silense, que aunque inicialmente se pensó que provenía de Silos, podríamos afirmar que su autor fue un monje de la propia Colegiata leonesa.

La llegada del cortejo a la ciudad de León, se produjo en la tarde noche del sábado, 20 de diciembre de 1063, entrando por el Arco del Rey, al lado de Palat del Rey, en el lienzo sur de la muralla romana (hoy calle Platerías).

Dice la propia Crónica que «llegaba a hombros de cuatro Reyes, que caminaban con los pies desnudos». Por la calle del Conde Luna y Regidores, que entonces se llamaba Carral de Escuderos y por la del Cid, que todavía no tenía nombre, se acercó la comitiva a la Iglesia de San Juan Bautista, anteriormente San Pelayo, siendo depositadas en una capilla contigua a lo que hoy es el Panteón Real, denominada entonces capilla de Santa Catalina, que se encontraba tal cual, exceptuando las pinturas murales que la embellecieron posteriormente.

De todos los lugares del reino habían llegado obispos, abades, clérigos, magnates, así como multitud de personas del pueblo fiel, para solemnizar el acontecimiento calificado en el pergamino original como «tanta sollemnitas».

Al día siguiente, domingo 21 de diciembre de 1063, tuvo lugar el acto oficial de entronización de las reliquias de San Isidoro y la consagración del templo bajo el rito hispano, visigótico, isidoriano y mozárabe, una ceremonia muy extensa que duro prácticamente toda la mañana, entonando todas las antífonas detalladas en el Antifonario de la catedral de León.

«Entre una neblina de incienso y cascadas de cánticos con textos exultantes y triunfalistas entraron las reliquias del Santo Isidoro en su templo» nos relata en algunos de sus textos, nuestro querido Antonio Viñayo, maestro de maestros, leonés isidoriano hasta la médula y al que nunca le estaremos suficientemente agradecidos pues gracias a sus estudios y trabajos conocemos muchos pasajes de la historia isidoriana y leonesa.

No menos de ocho obispos, el compostelano Cresconio, el lucense Vistrario, el palentino Bernardo, el astorgano Ordoño, el navarro Gomesano, el minduniense Soario y el francés Pedro, obispo de Puy, junto el legionense Jimeno, sucesor de San Alvito, pontífice de la Sede Real, con funciones de arzobispo, que fue el oficiante principal de tan magna ocasión, asimismo acompañados de los nueve abades de los principales monasterios del reino, cinco de ellos, luego santos: San Iñigo de Oña, San García de Eslonza, San Sisebuto de Cardeña, Santo Domingo de Silos y San Fagildo de Antealtares. También Brandinaldo de Samos, Froilán de Compostela, Gonzalo del Bierzo y Aldereto de Galicia, todos ellos, junto con los reyes y los infantes Urraca, Sancho, Elvira, Alfonso y García, conformaban una nómina extraordinaria de asistentes a estas jornadas que quedarían para la historia de España.

La solemnísima procesión de las reliquias hasta el altar mayor, en dos arquetas: la interior con sus relieves en plata y los forros de sedas y bordados árabes, que aún se conserva en el tesoro de la Colegiata. Y la exterior de la que sólo se conserva el armazón de madera, pues las chapas de oro, la guarnición de pedrería y los forros de tejidos orientales desaparecieron, parte en la ocupación de los soldados de Alfonso, el Batallador y el resto en los días de la francesada. Y allí, en el altar mayor quedaron expuestas las reliquias , «por los siglos de los siglos» hasta nuestros días, para veneración y honra de los leoneses.

De este modo «el templo isidoriano era la iglesia real, el panteón de las dinastías, el relicario de los despojos mortales y las reliquias santas», del «mas santo de los sabios y el más sabio de los santos», a decir de nuestro querido abad emérito Viñayo, al que deseamos desde aquí una pronta recuperación con la intercesión del Santísimo.

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