Diario de León

San Patricio, fiesta de primavera en EE UU

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Desde el último tercio del siglo XIX, el día de San Patricio, 17 de marzo, debido a la extensa  diáspora irlandesa  en países como Francia, España,  e incluso en lugares tan alejados de Europa, como Estados Unidos, Argentina, México o Canadá, se celebra, de muy diferentes maneras, pero con cierta solemnidad. En los Estados Unidos, esta fiesta sería como la antípoda de la celebración de Halloween a finales de octubre. La fiesta de la vitalidad, el empuje y la energía, el destape que lleva consigo el vigoroso resurgir de la primavera, se oponen totalmente al día de los muertos, fiesta pícara de lo sarcástico y lo burlesco. En esta conmemoración, las prendas de vestir, adornos, el colorante en los pasteles, la cerveza, el agua del río Chicago, que cruza la gran ciudad, se vuelven de un simbólico e intenso color de la esperanza.

Completamente aviados de verde, algunos de los pies a la cabeza, acuden hoy, día de San Patricio, muchos estudiantes y profesores a las aulas norteamericanas. Todo el mundo en este gran país sabe el porqué. Y es que la fiesta de San Patricio no pasa desapercibida para ningún norteamericano, profese la religión que profese y tenga la ideología que tenga. San Patricio en este país es algo más que un santo: es todo un símbolo patrio traído por la incontable cantidad de inmigrantes irlandeses que, por razones religiosas, durante la colonia, y sobre todo en el siglo XIX, por la gran hambruna que asoló el país (Great famine en 1845-1849), y en siglo XX (1980), en busca de trabajo, en gigantes oleadas, los Irish Americans, invadieron calles y fábricas, casas, tugurios y tabernas de diez de las grandes ciudades norteamericanas.

No es inculto este pueblo, pero sí es un pueblo tan pagado de sí mismo (su extensión, su influencia, su poderío político, militar, económico), que parte del resto del mundo para ellos somos bárbaros, extranjeros, como lo eran para los romanos todos los pueblos vecinos

Las vacaciones de primavera (Spring break) suelen coincidir con la fiesta del patrón de Irlanda, dado que la Semana Santa no goza aquí de ningún día festivo ni de privilegio académico alguno, pasando —como la muerte—, casi desapercibida, salvo el domingo de Pascua, la Fiesta del Sol (Easter Sunday), el Cristo Resucitado, cuando las iglesias están abarrotadas de gente endomingada. El día de Sant Patrick, por la tarde, entre cinco y seis, la hora de la cena (la gran comida de cada día en Norteamérica), se degustará —casi de modo ritual, como ocurre en el Día de Acción de Gracias con el pavo—, un plato de carne de res (corned beff and cabbage), tratada con abundantes especias, debido a que la carne no es de la mejor calidad, patatas cocidas con repollo, y pan de maíz, al estilo pobre del pueblo irlandés. ¡Nada muy apetitoso para un estómago español, pero les aseguro que tiene su encanto!

La celebración de San Patricio, como hombre de bien y apóstol de Irlanda, va acompañada de desfiles, solemnes y vistosas cabalgatas urbanas (parades), riego de cerveza verde por parte de enfervorizados adultos (ya que no se puede tomar alcohol hasta los veintiún años). Ya llegada la noche, hay conciertos de música celta al aire libre o en pequeños salones (saloons), bares, donde suena la gaita, el pandero y el tambor, y donde el color verde y festivo de la naturaleza, lo llena y le da sentido a todo. Los más nostálgicos se mueven al poderoso ritmo del  Rock and Roll, de tan marcado sabor irlandés.

Cuando en esta fiesta pasada, les mostré a unos amigos mi camisa verde con la leyenda ‘Galicia Celta’, me preguntaron dónde estaba ese país. Les suena el nombre de España (Spain), aunque a la hora de la verdad, duden dónde ubicarla: ¿Al lado de Cuba? ¡Todo es posible! No es inculto este pueblo, pero sí es un pueblo tan pagado de sí mismo (su extensión, su influencia, su poderío político, militar, económico), que parte del resto del mundo para ellos somos bárbaros, extranjeros, como lo eran para los romanos todos los pueblos vecinos.

Entre mis estudiantes puedo apostar que no llega al uno por ciento los que puedan saber que en España hay gentes de origen celta en Galicia y ‘sus alrededores’, cuya cultura, música e instrumentos musicales, costumbres, son de origen celta; que aún quedan palabras celtas en nuestro idioma (camino, tocino, losa y sus derivados), y que en las montañas se pueden encontrar vestigios celtas: rocas con inscripciones misteriosas, herraduras y cubiletes grabados en las peñas y los riscos, monedas en las orillas del río Sil, molinos manuales en las tierras de labranza donde se asentaron decenas de castros prerromanos.

Los católicos norteamericanos celebran San Patricio como el resto de ciudadanos norteamericanos, salvo que, en la catedral de San Patricio en Nueva York, la fiesta tenga más solemnidad, aunque las procesiones apenas si se conocen por estos confines. En el mundo protestante los santos no tienen ni papel ni trascendencia como intercesores divinos. El protestante le habla personal y comunitariamente al Dios de la Biblia, sin necesidad de intermediarios. El pastor no es un mediador, sino un servidor, es uno más entre los miembros de la comunidad cristiana. La mayoría de los irlandeses que emigraron a los EE UU eran católicos y la mayoría siguen siéndolo, una denominación que, en el pasado, les hizo sufrir discriminaciones. En cambio, hoy, muchos irlandeses, ellos y ellas, desempeñan ostentosos cargos políticos: gobernadores, alcaldes, congresistas, senadores. Curiosamente, el presidente Biden es católico.

En general, los norteamericanos, sea cual sea la denominación religiosa que profesen, el domingo anterior a San Patricio, asisten a la iglesia, con alguna prenda verde, porque solo el color es lo que importa. «No es nada serio», me dicen, es una manera simple de ser diferentes en un país con ausencia de fiestas populares, y vidas casi exclusivamente marcadas por el trabajo, la monotonía de lo cotidiano y el breve descanso dominical. El trébol (shamrock) que, tan generosamente verdea en los campos irlandeses, fue símbolo celta de abundancia y fecundidad, del que San Patricio se aprovechó para explicar la Trinidad o las tres grandes virtudes teologales, fe, esperanza y caridad, quicio y sostén de las creencias cristianas.

Muchos —de ayer y de hoy—, pensamos que, «es la naturaleza la que nos ofrece las lecciones más profundas  y significativas de la divinidad».

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