Diario de León

¿Está la sanidad española en crisis?

Publicado por
Enrique Ortega, psiquiatra y escritor
León

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El concepto crisis evoca dificultad, riesgo, peligro, cambio brusco, etc. En lo que atañe a la sanidad, hace tiempo que esta situación se viene gestando, se veía venir. Y la que se avecina, «es cosa fina…»

El tema de la sanidad es muy complejo y comprende multitud de disciplinas encaminadas a proteger y prevenir la salud, así como a curar las dolencias y enfermedades de la población en general. Los recursos, los presupuestos económicos para lograr una atención universal y gratuita no son infinitos y, además, están sujetos y distribuidos por los poderes políticos, que a su vez están mediatizados por los poderes económicos. Los programas son ejecutados por personas, con sus cualidades y defectos, estando inmersos en la dinámica de la propia sociedad, donde todo parece indicar que está en crisis de valores.

Aunque el tema sea la sanidad, voy a ceñirme a una parte de la misma, la medicina, porque si bien ésta hace solamente parte de la primera, en el imaginario colectivo y en la práctica, el enfermo, fundamentalmente, acude y demanda ayuda o solución a sus problemas de salud al médico. La queja «vox populi» pone de manifiesto un descontento importante en la atención recibida, bien sea por las listas de espera, por el escaso tiempo disponible dedicado del facultativo al enfermo, porque se capta malestar en el ejercicio profesional, lo que se conoce como el «estar quemado», etc. Es cierto que se hace hincapié sobre todo en la atención primaria y en las salas de urgencia (sin olvidar la denominada salud mental), pero la crítica alcanza a todos los estamentos, incluido, cómo no, el administrativo-político. Si nos atenemos a estos criterios, podemos afirmar que sí hay crisis en el sistema sanitario.

A menudo se solapan cuestiones de salud y enfermedad con los aspectos sociales, lo que conlleva al concepto de sociosanitario. Esto no es baladí porque la «carga» social repercute en la sanidad y viceversa; por ej. hasta recientemente se han tipificado como enfermedades o trastornos médico- psiquiátricos formas de conducta diferentes de las conductas de la mayoría social, como ciertas orientaciones sexuales. Por otra parte, existen algunos comportamientos que se pretende «psiquiatrizar» para evitar o minimizar las consecuencias de la transgresión de los códigos civiles, penales, etc. correspondientes. Existe mucha imbricación de intereses, deseos, derechos y pretensiones diversas que confluyen con la conducta, el dolor y la enfermedad, lo que ha hecho que la «sanidad», en la parte que compete a la medicina propiamente dicha, se haya convertido en una disciplina muy diferente a la que imperaba hasta hace poco.

El espectacular avance científico y tecnológico que ha permitido la eclosión de nuevos métodos de exploración y diagnóstico, así como de tratamientos más seguros y eficaces, ha cambiado sustancialmente el «arte médico». Lo mismo ha ocurrido con la conducta del enfermo, reclamando o exigiendo, a veces, pruebas especiales o bajas médicas por ej.

Hay que añadir, además, y eso es sumamente importante, que ha habido un cambio notable (como señalaba más arriba) de los valores en la sociedad actual, mucho más preocupada por la defensa y exigencia de los derechos que del cumplimiento de las obligaciones, con una disminución notoria del tiempo de espera entre la emergencia del deseo y la satisfacción del mismo. Esos cambios influyen en la denominada «medicina defensiva», ejemplo de perversión que altera la relación de confianza y de empatía que deben ser fundamentales en la relación médico-enfermo. Los llamados derechos del paciente nunca deben menoscabar los del médico, y viceversa. Lo cierto es que el miedo, la inseguridad, la desconfianza, además de la presión, la exigencia en los resultados positivos, etc. han mediatizado la libertad de acción del médico; y eso ha sido negativo. ¿Es eso un síntoma de crisis? Mi respuesta es que sí.

Ahora bien, si hablamos de trasplantes de órganos, de intervenciones quirúrgicas especiales, del estudio de enfermedades raras, de operaciones de cambio de sexo, de la interrupción voluntaria del embarazo, etc. mi respuesta es que no hay crisis. Lo mismo opino sobre la investigación de nuevas vacunas y diferentes formas de cáncer, así como las terapias al respecto. También es constatable una mejor formación científica de los médicos. Es decir que, y permítanme la licencia, la crisis va por barrios.

Otro punto importante para entender la crisis es la excesiva injerencia de la política en la práctica médica. No digo la implicación, sino la tendencia a organizar y controlar todo con la pretensión de mejorarlo (¿?). Recuerden lo que ocurrió con las cajas de ahorro cuando se hicieron cargo de su dirección los políticos. Es posible que el público en general ignore las consecuencias negativas que son provocadas por una politización inadecuada del sistema sanitario: gerencias de quita y pon según su afiliación política, plazas interinas permanentes o casi, gran presión asistencial, salarios muy por debajo de la que corresponde a su cualificación académica y la responsabilidad que asume en su ejercicio el médico, deterioro en las relaciones con el propio sistema, etc. Es verdad que existe la llamada vocación para el ejercicio de la medicina, pero, en los tiempos que corren en la cultura occidental, sería ingenuo apoyarse demasiado en ese valor. Lo que está claro es que miles de médicos buscan trabajo y reconocimiento (status social) en otros países, o se dirigen hacia la práctica privada.

La pregunta que se impone es ¿existe crisis en la denominada medicina privada? Mi respuesta es a lo gallego: depende. Lo cierto es que la medicina privada se nutre en gran parte de la insatisfacción de los usuarios de la medicina pública, bien sea por las listas de espera, la masificación, la búsqueda de atención más rápida y personalizada (la sensación de ser un número en la pública es frustrante), o la creencia (errónea en la mayoría de los casos) de una mayor cualificación científica del facultativo en cuestión. Lo que es obvio es la insistencia constante, a través de anuncios en radio, TV, etc. a que el personal suscriba un seguro privado.

Preguntado a mi amigo (pelín cachondo y cínico) sobre su opinión referente a lo mejor y lo peor de la sanidad pública, su respuesta fue: lo mejor es que es totalmente gratuita, y lo peor es que es gratuita totalmente (¿?). Y sobre la privada, igual pero al revés.

En cuanto a la salida o superación de la crisis, todas se superan (o al menos eso esperamos). Lo importante es salir de ellas sin dejar muchos pelos en la gatera, o que las heridas curen mal. Por eso, amén del estudio pormenorizado de las causas que la han generado, del diálogo constante y sincero entre las partes implicadas, la financiación necesaria «y posible» para conseguir una asistencia total, universal y gratuita etc. tenemos que prepararnos para un tiempo nuevo. El ejemplo que se me ocurre es el de la crisis de la adolescencia que, obviamente, no se resuelve retornando a la niñez, sino preparando la adultez. En el caso que nos ocupa, y aunque parezca contradictorio, estamos abocados a buscar soluciones en la inteligencia artificial y los robots humanoides. Al hombre actual le encanta lo virtual, el mundo telemático. Las viejas emociones interhumanas se van anestesiando. Nos encantará que el robot, simplemente, nos sonría, nos dé una palmadita en la espalda después de habernos explorado concienzudamente y nos ponga el tratamiento adecuado. Eso sí, sin movernos del asiento y sin cobrarnos nada. Pues eso, el metaverso.

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