Diario de León
Publicado por
Matías González, sociólogo
León

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Este personal de izquierda de ahora navega sobre las contradicciones más lacerantes con la desvergüenza de los que no tiene otro objetivo que disfrutar los beneficios del poder a costa de los ignorantes. Izquierdoides, habría que llamarles, mas que izquierdistas, sean del color que quieran, por que han degradado la etiqueta que enarbolan por bandera hasta convertirla en una compresa de letrina.

No vamos a hablar de la opulencia de sus vidas, del valor de sus patrimonio. De su querencia por lo lujos, los mismos de los oligarcas que detestan, la buena mesa, los buenos hoteles, los buenos coches, de su apego a la especulación con propiedades, la señal distintiva del gusto burgués que dicen combatir con retórica idiota pero que llega a los idiotas que abundan como champiñones. Si los izquierdas de antes, labrados a fuego en la pólvora en las barricadas, se levantaran de sus tumbas, les correrían a perdigonazos por trileros

No, hablamos de cosas de otra enjundia, por ejemplo el panteón de sus dioses y el de sus demonios. El izquierdoide de ahora no tiene empacho en declarar, y que quede bien escrito, que tiene a Francisco Franco, como su demonio mayor, y veneran a Fidel Castro, su principal deidad.

No sé si será por ignorancia de la historia, que mucha sí tiene o simplemente por un catálogo de valores que vaya a saber dónde ha manado. Porque resulta que tan ilegitimo es uno como otro, resultantes de una rebelión militar, uno y de una insurrección civil, otro contra el régimen legal. Y ambos culpables de una brutal represión con lo que lo lógico sería detestar a ambos que es lo que hace la gente decente con las ideas centradas, que cree en la democracia y venera la libertad. Pero estas últimas no parecen ser valores de respeto para el partisano de la izquierda siglo XXI.

Porque ambos, que sepamos, tanto Franco como Castro, se alzaron en armas contra el régimen legalmente vigente, usaron la violencia en grado muy similar para conquistar el poder y reprimieron a sus opositores, les privaron de libertad e incluso de la vida, para preservarlo. Uno necesitó una guerra porque sus opuestos se negaron a aceptarlo el otro, le sirvió un paseo en camioneta desde la sierra hasta la capital porque sus opositores se fugaron en desbandada..

No vamos a valorar las resultados de ambos regímenes, porque eso se escapa a mi consideración. Lo que importa es que ambos fueron autócratas, violentos, tiránicos, liberticidas. Si se arguye que uno se alzó para amparar a los pobres y el otros para defender la oligarquía basta con comparar la calidad de vida de cubanos y españoles al inicio y al final de los mandatos de ambos dictadores. Considerando tanto niveles de ingresos y consumo como de disfrute de derechos y libertades.

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