Diario de León

Sombría y fúnebre cesta de la compra

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Un servidor recuerda cuando en 1975 decidió prestar más atención a los distintos tipos de particularidades que acontecerían en España a partir de aquellos tiempos.

Tuvimos inflaciones anuales desde el 11.37% hasta el 24.44%, pero se atesoraban expectativas, no digo mejores, sino distintas, que permitieran adaptarnos mejor a ellas, y supusieran un cambio de mentalidad, algo así como cierta frase de Aristóteles: «Lo que con mucho trabajo se adquiere, más se ama», y la España de aquel entonces, trabajó y sufrió lo indecible.

Pero esta filosofía es hoy, inexistente, y el espíritu del subsidio y ayudas, imperan dentro del desempleo, convirtiéndolo en asiento aceptablemente mullido.

Pero no desesperemos, la espiral inflacionista sigue su curso y las amas de casa, o bien «un autónomo doméstico» como el que suscribe, vamos asistiendo semanalmente al irascible comportamiento del precio de los alimentos, bien mediante incremento de su valor, o bien, por la manipulación a merma de algunos productos en origen.

Como indicábamos los precios escalan despavoridos, citándoles un ejemplo en el que cualquiera resultaría válido.

Hoy les traigo determinada carne de pollo, alimento más o menos habitual en los hogares españoles.

Suelo adquirirlo en pieza aproximadamente de 3-3.5 kg. fraccionándolo para consumo de acuerdo con sus características, obteniendo mejor economía que si se adquiriera por separado, y al congelador…

El pasado 02.04.2022, el precio era de 6.60 euros por kilo. Transcurridos casi tres meses, 30.06.2022, había subido a 7,10 euros. Es decir, un 7.5% aproximado, en dicho periodo e inasumible a todas luces desde principios de año.

El axioma, de «alimento que sube de precio o merma, no vuelve al estado anterior», se viene cumpliendo inexorablemente, o, para ponerlo aún peor, cuando el ahorro se encuentra como suele decirse en caída libre, y los españoles debemos encarar la diaria subsistencia cada vez con menor capacidad económica.

Nos queda, por último, comentar el supuesto cese o dimisión del presidente del INE.

Me cuentan sobre determinados disensos con sus superiores, quienes venían desde tiempo atrás contemplando inalcanzables acuerdos sobre metodologías, argumentándose distintos tipos de procedimientos a emplear, pero sin obtener conclusiones.

Pudiera ser que el último punto de fricción surgiera, con los datos iniciales conocidos «intramuros», sobre las últimas cifras ascendentes del IPC arriba citadas, previas a su publicación, o dicho en «roman paladino», discrepancias entre técnica estadística y política. Algo, para no variar, y ya verán lo que nos deparará el futuro.

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