Tribuna | Suicidarse en dos formatos: como un perro o con dignidad

Algunos diputados socialistas se suicidarán próximamente o se harán el harakiri por mandato divino. Es el importe del finiquito por sus servicios en cualquiera de los casos.

Pero a pesar del precio del final impuesto, duro e inesperado, tienen dos modos de hacerlo:

De modo cobarde o indigno, o de modo valiente o airoso. En ambos casos, el momento final de su carrera política les marcará para siempre, es la fatal coincidencia con el momento político que les ha tocado vivir.

El suicida cobarde votará ¡sí! a una propuesta de Gobierno de su líder, que ni por asomo se imaginó. Significará su muerte técnica y final, aunque siga viviendo jadeando y dando estertores.

El suicida valiente votará un ¡no! que al menos, le permitirá morir tranquilo, con dignidad o dicho de otro modo, ser retirado por el aparato del partido con la consideración de haber sido fiel a sus ideas y a sus principios.

La encrucijada o la elección está estos días en juego.

Aquellos socialistas que siempre han sido leales a los principios de su partido y en esa posición han servido a la nación, deben reflexionar en su momento final: ser leales con sus principios y votar en consecuencia o tirarse al vacío como les sugiere su líder, acompañándole. Ya hicieron su labor bien, mal o regular, pero ahora, no deben dejar a sus familias marcadas con el estigma de su comadreo, ni a quienes han representado y a sus votantes, con el recuerdo de su traición final. Deben mostrar su coherencia a última hora votando en contra de un gobierno con los enemigos de la nación impuesto desde arriba, por su jefe de filas, el peor socialista y presidente de la historia de España.