Diario de León

Sumisión química, pinchazos y estallidos de pavor

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El miedo a las agujas es ancestral. Se llama belenofobia y puede llevar a ataques de histeria, vómitos, mareos e incluso desvanecimientos. A nadie le gusta que le pinchen, por supuesto, y menos aún sin consentimiento. ¿Pero, qué ocurre cuando el pinchazo es un reto viral o simplemente una entelequia? Existen ambas particularidades en este caso.

Han pasado varias semanas y la serpiente de verano de la supuesta sumisión química por pinchazos a mujeres jóvenes en zonas de ocio sigue coleando con fuerza. De nada han servido los desmentidos de especialistas en la materia y de representantes de los policías; no hay sumisión química en estos pinchazos, no hay sometimiento de la víctima, no existe agresión sexual y tampoco robo. «Se trata de un desgraciado reto viral de lesiones», advirtió en las televisiones el inspector Serafín Giraldo, colega y portavoz de h50. Unas lesiones que en su versión leve están castigas con multa, según el artículo 147.2 del Código Penal.

A juzgar por los hechos probados que hasta ahora se conocen, estamos hablando de pinchazos con agujas, alfileres u otros útiles puntiagudos, no de inyecciones; es decir, no se introduce en el organismo ninguna sustancia mediante punción. Por consiguiente, no puede ocasionar sumisión química porque para ello se precisaría necesariamente la administración de una sustancia con efectos psicoactivos que modificara el estado de consciencia y el comportamiento que llevaría a anular la voluntad de la víctima.

Con todo, y pese a los resultados de los análisis en laboratorios y las indagaciones de las FFCCS en los escenarios de los hechos, incomprensiblemente algunos periodistas siguen metiendo con calzador la idea de la sumisión química. ¡Que la verdad no te arruine un buen titular! Manu Marlasca, uno de los más prestigiosos expertos en sucesos y tribunales del país, escribía hace poco sobre la praxis periodística en este tema: «… redes sociales y algunos medios de comunicación han dejado de cumplir con sus mínimas obligaciones: comprobar la veracidad de lo que cuentan y en lugar de ello se apuntan a fomentar la histeria colectiva», afirmó en su artículo.

¿Histeria colectiva? Tal cual. Estamos en un acontecimiento de puro histerismo. Una peligrosa serpiente de verano de sugestión mediática. La tormenta perfecta para ingresar en una espiral de ansiedad camino del pánico. Ocurrió hace años en Latinoamérica y en Centroeuropa donde este mismo fenómeno se bautizó como needle spiking. Ya en 1983 Orson Welles logró con una adaptación radiofónica que gran parte de la población de Nueva Jersey entrara en histeria colectiva, demostrando con el experimento el poder de los medios de comunicación de masas.

¿Quién está detrás realmente de esta campaña de inducción al pavor con los pinchazos de supuesta sumisión química? ¿Qué intereses ocultos existen?

Dice el proverbio que hay tres cosas que no se pueden ocultar por mucho tiempo, el humo, la tristeza y la maquinación. Veremos.

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