Diario de León

Ante tan cruel inhumanidad, miremos al Niño amigo de todos

Publicado por
Isaac Núñez García, Consiliario Diocesano de la HOAC de Astorga
León

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Un niño, cualquier niño sorprende y desarma; la presencia, la mirada y, sobre todo, la sonrisa del niño. Y también su llanto de desamparo ante la ausencia momentánea de papá o mamá. Es el niño así, pequeño, frágil, vinculado vitalmente a sus padres, pobre y necesitado de todo, en primer lugar de la presencia inmediata de ellos. Y, anclado en esa seguridad protectora, percibe y recibe a las personas, las cosas y las situaciones con total libertad y espontaneidad. La atención y comunicación constante, la sonrisa y la caricia, el amor o cariño del nido familiar expresados en todo momento configuran su personalidad abierta y confiada, activa y creativa, amable y generosa. ¡Qué poder tan seductor irradia ese niño!

Pero, frente al Niño, abunda en nuestro mundo la inhumanidad de la indiferencia. La globalización de la indiferencia hacia todo lo que no afecte al propio ego: ante el sufrimiento, la carencia —hasta el hambre—, el paro y la precariedad laboral que hacen inviable una vida digna, la soledad y el abandono, la violencia en la misma relación familiar —tantas veces asesina—, la guerra de Ucrania y bastantes otras guerras casi olvidadas… Una cruel inhumanidad que padece una gran parte de la humanidad, acuciante especialmente en los países más pobres, y con prevalencia mayor en mujeres, niños y migrantes.

Esta cruel inhumanidad nace del afán de sobrevivir y la seducción de la riqueza, del poder y del placer. Sorprende la existencia de bandas criminales organizadas de jóvenes y adolescentes, especialmente en los países o colectivos afectados de una mayoritaria y suma pobreza.

Incluso a nivel religioso, surgieron y continúan activos movimientos islámicos yihadistas que, en nombre de Dios, ocupan territorios con las armas y asesinan o secuestran, o sistemas legales, como en Irán, que ejecutan a personas por el delito definido de «enemistad con dios».

En el otro extremo socio-económico, contemplamos la mentalidad generalizada de una vida acomodada, consumista y hedonista, individualista y egocéntrica; a la vez que el alto standing de la minoría privilegiada de magnates económicos, que lo dominan y manipulan todo y juegan incluso con la misma supervivencia de la vida, tanto de la naturaleza como de la propia humanidad.

Nos rige y nos configura un sistema económico-social que sacrifica la vida de la naturaleza y de la propia humanidad en aras del beneficio económico a la mayor escala posible; una verdadera religión idolátrica del dios Mammón —el dios Dinero—.

Isaías anunciaba a Acaz un signo divino de protección y seguridad en el contexto de una situación de acoso armado contra Israel: La virgen concebirá y dará a luz un niño. Y en otro lugar: un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Sí, cualquier niño, desarmado e implorante es capaz de cuestionar a la humanidad violenta, opresiva y empobrecedora.

Y Jesús reafirmaba: si no os hacéis como niños no disfrutaréis de una vida cálida, oblativa, libre, creativa, verdaderamente feliz. Solamente el niño que es amado y ama es esplendorosamente feliz. Solamente el hombre o la mujer de corazón abierto, amable y amante de la vida que fluye a su alrededor y de toda persona en un mundo hoy totalmente interrelacionado, goza de una calidad de vida interior y personal hondamente satisfaciente.

En esta Navidad 2022 es ineludible hacer remembranza de ese Niño Jesús junto con sus papás María y José. Parece increíble leer e imaginar que haya existido un Niño, hijo de padres migrantes de Nazaret a Belén, excluido y descartado incluso en el primer momento de su nacimiento, en situación de pobreza extrema, y del que afirmamos los cristianos que regala a la humanidad el mayor don de la bondad y el amor universales. Sí, Jesús Niño de amor donado y entregado desde el nacimiento en un pesebre, amigo y compañero de vida luego de toda persona a la que se acercaba y, finalmente, víctima solidaria de todas las víctimas humanas en la entrega hasta la muerte en ofrenda de amor y de perdón universal. Es el Hombre a la vez Hijo divino y Hermano de todos, clave de construcción de verdadera humanidad en todas sus dimensiones (personal, familiar, social, económica, política, religiosa). El Niño Jesús, que enciende el fuego cálido del Amor Divino en el invierno gélido de una humanidad lacerada y lacerante, en competencia despiadada por acumular, dominar y triunfar.

Una humanidad carente de amor que deja tirados e incluso muertos en las márgenes de la sociedad o en los abismos del mar a un número incesante de personas que simplemente quieren sobrevivir y vivir. Una humanidad que emana soledad, violencia interna y externa, insatisfacción y vacío personal, incluso hastío de vivir y deseo de morir.

Pero, en medio de esta noche invernal e infernal, decimos que brilla una luz. De nuevo Isaías: el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande… Y Jesús afirma: Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no camina en tinieblas, sino que tiene la luz de la vida.

La Navidad, celebrada universalmente, ¿es prometedora o absurda? Si hablamos de la Navidad de Jesús, esta celebración será superficial, hipócrita e inhumana si la reducimos a una ocasión más de mero entretenimiento y consumismo hedonista, ajenos totalmente a la realidad penosa de tanta gente, con una falta total de sensibilidad o interés por todo aquello y aquellos que no me gratifiquen.

Entonces, ante tal cruel inhumanidad, miremos al Niño amigo de todos, comenzando por los últimos, los pobres. ¡Feliz Navidad!

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