Diario de León

Teodoro Álvarez Fadón, un joven leonés ilustre

Publicado por
Juan Carlos Vázquez
León

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Ha fallecido Teodoro Álvarez Fadón, el ingeniero aeronáutico leonés que dirigió el diseño de la ampliación de la T2 del aeropuerto londinense de Heathrow, o de la línea de ensamblaje del Airbus 400M en Sevilla o que se destacó en el desarrollo de entornos virtuales para evitar accidentes laborales en obras críticas.

Durante más de un mes luchó desde una cama de la UCI por su vida como luchó durante toda la vida por todo aquello por lo que mereciera la pena luchar, porque Teodoro nunca escatimaba con el esfuerzo. Pero no pudo ser. El covid, el maldito covid que algunos aún se atreven a negar, se llevó a uno de los mejores, a un tipo 10, como podrá corroborar cualquiera que le haya conocido.

El grupo de Whatsapp de su promoción del colegio de los Agustinos se desgarró el lunes cuando Eduardo Cuadrado dio la noticia que todos queríamos evitar: «Lamento comunicaros que Teodoro ha fallecido». Desde entonces no se me quita de la cabeza aquella noche de febrero, unos pocos días antes del confinamiento y de que todo nuestro mundo se desmoronase. Coincidimos unos cuantos en la presentación del libro de Luis López Varona y después del acto nos tomamos unos vinos en el Sevilla y en el Flandes. Fue la última vez que vimos su sonrisa ladeada que era marca de la casa, que disfrutamos de su humor socarrón e inteligente, siempre respetuoso. Nos lo pasamos genial y quedamos en que había que repetirlo más veces, pero ya no será posible. Recuerdo que esa noche comprobamos que Teodoro no había cambiado pese a los años. Como hacía cuando era niño, jamás presumía de sus logros, sino que destacaba los de los demás. «Recuerdo lo bien que dibujaba Constantino», «No se me ha olvidado una redacción tuya que leímos en clase sobre la tragedia de los niños de Ortuella»… El Sol haciéndole los coros a las estrellas fugaces. Así era Teodoro.

Ha fallecido un leonés ilustre, pero muy pocos en León sabían que lo era porque él jamás presumió de nada; al contrario, Teodoro siempre encontraba en los demás algo bueno a destacar y de lo que aprender. Era un gran conversador porque sabía escuchar. Quizás ese sea el secreto de los sabios, querido Teodoro.

Ha fallecido un artista, maestro del piano desde niño igual que su hermana Ana, que tantas veces nos ha emocionado y nos emocionará con la Coral Isidoriana y desde el órgano de San Isidoro, cuyas notas llorarán en tu despedida.

Ha fallecido una persona buena y extremadamente generosa, siempre dispuesto a ayudar sin pedir nada a cambio. De niño tenía los mejores apuntes, y no solo se los prestaba a quien se los pidiera, sino que también se los explicaba si hacía falta, como durante tantos años hizo su padre, Don Teodoro, con sus alumnos en su academia del barrio de San Claudio. Tanto él como su madre, Dati, tienen que estar muy orgullosos.

Solo conozco a su esposa, Elena Mayoral, a través de la periodista leonesa Isabel Barrionuevo. Por lo que me cuentan, también esto lo hizo bien Teodoro y encontró su alma gemela; una persona buena, generosa y humilde. No puedo imaginar su dolor, y solo espero que el que sentimos todos los que disfrutamos de Teodoro se descargue al menos del que debe pesar sobre sus seres más allegados. Hoy les queda el consuelo de la Fe, porque él también fue un hombre con una Fe auténtica, discreta y real, de las no necesitan de procesiones y de las que se envidian cuando hay que afrontar trances como este. Les debe consolar también, nos debe consolar a todos, el saber que Teodoro ha conseguido hacer más bien en su corta vida del que haremos la mayoría de nosotros aunque vivamos cien años. El mundo es hoy un poquito mejor porque Teodoro ha pasado por él, y eso es algo que se puede decir de pocas personas.

Gracias por todo, Teodoro, tus compañeros de los Agustinos brindaremos por tu memoria cuando nos tomemos esos vinos que dejamos pendientes en febrero. Tu hermana siempre nos pedía estas últimas semanas que rezásemos por ti y lo seguiremos haciendo ahora para agradecer el regalo de haberte conocido, y aunque ya no estés, seguirás siendo el protagonista en ese grupo de Whatsap por el que solo aparecías los viernes, socarrón, para reclamarle a María Luisa las portadas de las revistas del corazón.

Hoy te imagino borrando por un instante esa eterna sonrisa tuya para decirnos con voz tu profunda: «Cuidaos mucho, chicos, y protegeos, porque el covid no es ninguna broma». Gracias por todo y hasta siempre, querido Teodoro.

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