Diario de León
Publicado por
Ara Antón
León

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Noticia en un diario que, a fuerza de repetirse, ya casi no lo es. Unos padres, en este caso parece que más la madre que el progenitor, maltratan a sus hijos.

De tanto verlo y oírlo, apenas se nos mueve el flequillo para asentir o negar, pero es que esta situación es desgarradora a la par que indignante.

Don niñas, de tres años y diecinueve meses, reciben palizas constantes y, además carecen de cuidados higiénicos y alimentarios. Viven en un tugurio que lleva meses sin barrer, donde los excrementos, como si fuera una cuadra de animales están esparcidos por el suelo. Y la justicia estaba al corriente porque la mala madre que parió a las criaturas ya había sido condenada en un pasado cercano por los mismos motivos. Pero la magistrada —una mujer y puede que también madre—, muy comprensiva ella, juzgó por la palabrería, no por los actos y levantó la condena a la energúmena, con la condición de que no volviera a comportarse de semejante manera y, claro, es de suponer que la susodicha con tal de librarse del castigo jurara, prometiera y asegurara no volver a repetir la fechoría.

Pocos días después, en plena calle, en presencia de testigos, mientras el padre jugaba con el móvil, ella volvía a zurrar, sin miramientos, a la más pequeña de sus hijas, con golpes repetidos en el vientre que, con ser muy dolorosos, estarían dañando más el corazón de la niña, quien no podría entender que el ser que estaba allí para protegerla, la maltrataba de aquella forma.

Las adopciones se controlan al milímetro, pero no se actúa lo mismo con los progenitores que no cumplen con su papel

Se la detiene claro, pues no faltaría más, para eso están los sufridos agentes y las protestas de los testigos y… Pues bien, que todas las medidas tomadas en un primer momento por la justicia pueden tornar a quedarse en nada si aparece un comprensivo magistrado. Y esas pobres criaturas regresarán a su infierno particular porque al padre ni siquiera se le ha detenido. ¿Es que acaso él no es tan culpable como la madre por consentirlo? ¿Por qué esas chiquillas han de volver a ser maltratadas —porque seamos serios, la actitud de sus progenitores no va a cambiar—, habiendo tantas parejas deseosas de adoptar un niño al que amar y con el que pasar tiempo, servirle de ejemplo y hacer de él un adulto creativo y feliz?

Las adopciones se controlan al milímetro y nos parece muy bien, pero no se actúa lo mismo en el caso de progenitores que no cumplen con su papel de responsables de vidas inocentes, a las que no solo se martiriza desde que nacen, sino que, además, van a quedar marcadas con el miedo y la agresividad, por la violencia recibida, para siempre en el futuro, si es que uno de los golpes no termina con su triste vida.

Y nosotros, como sociedad adulta y responsable, ¿qué hacemos? Pues a parte de condolernos unos instantes con la situación… Nada.

Esa familia necesita ayuda. Esa madre está descargando en sus hijas, víctimas inocentes, su frustración de vida miserable y sin esperanzas. En cuanto al padre… Bueno, él tiene cubierta su principal pulsión y lo otro, la ratonera en que vive, las niñas e incluso la mujer, fuera de los momentos en que la usa, no existen.

Y nos cruzamos de brazos. ¿Es así como vamos a construir un mundo mejor? Ignoramos la experiencia de la Historia y la opinión de grandes hombres, que vivieron nuestros mismos problemas mucho antes que nosotros —claro que ya no nos interesan las Humanidades—. Entonces, ¿por qué vamos a escuchar por ejemplo a Pitágoras quien aseguraba: «Enseña a los niños y no será necesario castigar a los hombres».

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