Diario de León
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La verdad es que la contracumbre tuvo más de ataque al régimen vigente en España que al significado capitalista de la reunión de los siete países teóricamente más poderosos del mundo. La guerra total desatada por Trump contra China —ausente, como Rusia, de esta cumbre — ha servido para hacer estallar cualquier atisbo de diálogo multilateral y ha sembrado de negras perspectivas el futuro económico del planeta. Así que poco espacio quedaba en los titulares para las descargas de fusilería hueca que Marta Rovira y Arnaldo Otegi disparaban contra el «Estado español». Claro que no puede pasar desapercibido el hecho de que Rovira (Esquerra Republicana de Catalunya) y Otegi (Bildu) serían aliados imprescindibles, con su abstención, para una investidura de Pedro Sánchez, que esta este fin de semana estuvo del otro lado, es decir, entre los invitados oficiales de Macron a la cumbre de un grupo al que España no pertenece, aunque sí lo hagan los europeos Francia, Alemania, Italia y, a su manera, Gran Bretaña.

El mundo, Europa —que está, como el Gobierno español o el italiano, en funciones— y, claro, nuestro país, andan sumergidos en la tormenta perfecta, que es la que no permite atisbar la luz al final del túnel: todo se conjura, aparentemente, para alentar la desesperanza y eso, por supuesto, se nota en las bolsas. El mundo, porque hay gente como los mandatarios estadounidense, británico, ruso y chino —bueno, incluyamos a los Bolsonaro y Salvini— que se empeña en hacerlo un poco peor. Europa, porque su debilidad se acrecienta, y más ahora que está a la espera de que sus nuevos líderes tomen posesión. Y España...

En España hay muchos boquetes bajo la línea de flotación. La propia inanidad de nuestros representantes, definidos por un prestigioso comentarista como «la clase política más inepta de la democracia» y necesitada de urgente renovación —¿dónde está Rivera?, se preguntaban muchos periódicos—, es, sin duda, un problema mayúsculo. La ausencia del rey, al lado de su padre, es otro elemento digno de análisis. Y claro, Cataluña, donde las rencillas entre los separatistas auguran cualquier desenlace; siempre, eso sí, incontrolado.

Demasiados silencios y excesivamente poca transparencia abonan la confusión generalizada. Para la que se inscribe en las páginas lamentables del pasado de nuestra gran nación no queda escrita la dela admirable primera Transición, esa tan denostada por algunos, que por cierto no sólo son quienes se hallaban en la contracumbre del G-7.

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