Diario de León
Publicado por
AL TRASLUZ EDUARDO AGUIRRE
León

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S iempre que puedo, veo las exposiciones con el artista. He visto con el berciano Fernando Vázquez Mourelo su Espacio interior , en Ármaga. Cuando tienes amigos comunes, siempre te aborda la curiosidad de saber si lo mucho bueno que te han contado es cierto, y lo fue. Es de Cababelos y sus padres tenían allí una tienda. Un día, un viajante les ofreció unos libros. La madre dejó que el crío eligiese cuál, pues ya le gustaba pintar. Y ahí, en esa decisión quedó marcado un destino, ahí partió su nave de Ulises, que le he llevado, entre otras itinerancias, a esta exposición donde nos trae astronautas y paisajes lunares. Fernando, tendría entonces poco más de diez años cuando eligió aquel libro sobre Picasso. Pero hay más, muchos años después comprendería que el action paiting ya se lo había visto barruntar a su padre cuando realizaba las decoraciones luminosas para las fiestas y eventos, con bombillas pintadas a chorretones. Todo eso lo supe conversando con este excelente pintor, dedicado también a la docencia, en un instituto en Salamanca. Una exposición espacial y especial, que viene a dejar claro lo mucho que aún tiene que decirnos la pintura, frente a quienes pretendieron darle el tiro de gracia, para colocar en su lugar a un neolisto, es decir a ellos mismos.

Recorro con él esos espacios lunares, plasmados la mayoría de ellos con poderosos grises y negros, como de relato de Conrad. Todo gran viaje, sea a dónde sea, es un viaje interior Por cierto, cuántos excelentes pintores da esta tierra nuestra, algunos de los cuales figuran entre mis amigos más queridos. Curiosamente, pertenecen a generaciones muy diferentes entre sí, incluso sus obras nada tienen que ver, salvo que están iluminadas por el sentimiento, pues, aceptémoslo, al final es el corazón el que hace el trabajo más duro, sea pintar, escribir un poema, componer una pieza musical..

La docencia es uno de los pilares de una sociedad culta. Por ello, tras escucharle y haber contemplado con él sus cuadros me dije: «¡Qué suerte tienen sus alumnos!». El gran viaje en un pintor suele haber tenido su comienzo cuando alguien puso en las manos de un niño un libro, un lápiz, un sueño... Todo lo que sigue después es ya regreso.

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