Diario de León
Publicado por
Arturo Pereira
León

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De niños, cuando las diferencias terminaban en trifulcas, se pactaba a modo de caballeros que la pelea sería de uno contra uno buscando la mayor paridad posible. En caso de que una de las partes contendientes no cumpliera con lo pactado, se concluía con la frase de: «Mierda (perdón) para cada uno».

Hoy, lamentablemente estas mínimas reglas impuestas por la costumbre derivada de una buena educación que todos detentaban, más allá de las distintas clases sociales, ya no existen en los códigos de conducta de los jóvenes y de los no ya tan jóvenes. Agredir en manada a uno solo se ha puesto de moda.

Mano dura y endurecimiento de penas contra los abusones intolerantes

Dejando a un lado el ilícito o ilícitos penales que se pueden derivar de esta conducta, se debe calificar de cobarde y barriobajera. De todos es sabido que tanto en la guerra como en el deporte se busca la superioridad numérica en el ataque con la finalidad de que sea más eficaz. Pero eso es fruto de una estrategia y tácticas consecuencia de un razonamiento previo.

Lo que nos están ofreciendo los medios de comunicación son noticias que reflejan todo lo contrario a unas conductas fruto de pensamiento alguno. Las imágenes de televisión muestran agresiones gratuitas realizadas sin orden y concierto en lo que parece una orgía de violencia gratuita frente a personas sin ninguna posibilidad de defensa. La cobardía de estos animales es vergonzosa.

Los linchamientos habían desaparecido de nuestra sociedad hace muchos años, nadie en su sano juicio pudiera pensar que volveríamos a ver cosas que habían quedado relegadas para las películas. Difícil creer que pueda haber salvajes que maten de forma tan indolente y gratuita.

No importa la culpabilidad del linchado, si es que tuvo alguna, nada justifica la agresión en masa provocando la imposibilidad de su defensa. Volviendo a la caballerosidad infantil, cuando eran varios los que intentaban agredir a uno, lo general era que se pelearan de uno en uno, hasta donde resistiera el solitario contendiente. Esa era la forma correcta de hacer las cosas. Solo había una excepción, la del abusón.

Aquel que abusaba de todos no era infrecuente que generara un sentido de solidaridad entre las víctimas y como manada de lobos atacaban juntos previo concierto y estrategia pactada si el valor y las fuerzas lo permitían. Acto de naturaleza propia de los mamíferos y que en ciertas ocasiones resultaba al menos prometedor aunque muy arriesgado.

Estos animales salvajes que visten a la moda de las personas entiendo que necesitan primero, de unos consejos e iniciar de nuevo un proceso educativo destinado a la reinserción y en segundo lugar, colocarlos en una situación en la que puedan sentir el pánico que han sentido sus víctimas al verse indefensas, al borde de la muerte, cuando no la muerte efectiva.

No digo por supuesto que debamos aplicar la ley del talión, pero sí digo que ya está bien de templar gaitas con unos perfiles de delincuentes que abusan del débil, que no respetan al diferente, que atacan a los homosexuales, transexuales, extranjeros, o simplemente al que no les gusta, al que se encuentra solo. Reeducación sí, pero mano dura, también.

No está bien pelearse, pero si no hay más remedio, al menos hay que hacerlo como predica el fair play con elegancia, respetando reglas, y nunca con el ánimo de causar más daño que el mínimo indispensable, eso se aplica a las competiciones deportivas de artes marciales y boxeo, por ejemplo.

No nos equivoquemos, estos salvajes deben ser tratados como lo que son hasta que dejen de serlo. De momento no permitamos que se amparen en redacciones caducas de nuestros códigos penales y endurezcamos las penas no permitiendo que se escuden en un proceso en el que se diluyen las responsabilidades precisamente por haber obrado en grupo.

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