Diario de León

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Ahora que se inicia el nuevo curso, en colegios y universidades, puede ser un buen momento para intentar aportar algo, siempre con la intención clara de solucionar eso que ya comienza a ser un problema; la formación de nuestros jóvenes y no tan jóvenes.

Recientemente se ha publicado el informe anual que cataloga a las universidades del mundo en función de la calidad de su enseñanza. Un informe interesante pero que, desgraciadamente, vuelve a situarnos donde, de verdad, estamos. En la cola. Y gracias.

Resulta que, entre las 200 mejores universidades del mundo, solamente hay una española. Concretamente una universidad catalana. Con estos resultados que se repiten cada año de forma insistente, no es extraño que nuestra auto estima esté por los suelos. Dónde si no.

¿De quién es la responsabilidad de que eso sea así? ¿Son nuestros alumnos responsables o resulta que el nivel de profesores y catedráticos deja mucho que desear? Los datos del mencionado informe hacen referencia a las universidades. Bien está. Pero obvio es, deducir que «el problema» comienza mucho tiempo antes.

Somos incapaces de reconocer lo bueno cuando proviene de nuestro adversario político. Y ese no es el camino. Eso no es una labor bien hecha pensando en todos los españoles. Se acepte o no

¿Qué está pasando con nuestros colegios y con los políticos encargados de crear y poner en marcha los planes de estudios adecuados? En nuestro país, el simple cambio de Gobierno supone de forma automática, cambio de planes de educación. (recordar los episodios vividos con la ministra Celaa, te pone colorado). Especialmente cuando el Gobierno entrante es de distinto signo del saliente. Somos incapaces de reconocer lo bueno cuando proviene de nuestro adversario político. Y ese no es el camino. Eso no es una labor bien hecha pensando en todos los españoles. Se acepte o no.

Y sin embargo, hacerlo bien supondría la semilla que, al crecer, nos permitiría estar a la altura cuando de evaluar Universidades se tratase. Y ahí comienza la historia.

El problema es mucho más grave de lo que parece y, por ende, la solución se adivina lejana en el tiempo. ¿Quien pierde con todo este maremágnum de la educación y formación de los nuestros. Evidentemente nuestro país. España. Y, desde luego, los estudiantes, los alumnos, de esos colegios y esas universidades que no transmiten unos y no reciben otros, como debe ser, los conocimientos necesarios para que un país avance.

Y es una pena que los gobiernos, sean del color que sean, cuando conocen noticias como las de este informe que les comento, miran para otra parte, en vez de ponerse manos a la obra y esforzarse en que nuestros centros de enseñanza se esmeren en proporcionar al alumnado una calidad de enseñanza envidiable. ¡Qué tontería! En eso va a emplear una parte de su tiempo el Gobierno. Como si no le conociéramos. Ya digo que noticias de este tipo, ni caso. Sin embargo, si nombran a algún profesional español que desarrolla una labor brillante en el extranjero, la máquina de la propaganda se pone en marcha y aquí todos son los que han conseguido ese éxito.

Lo decimos a menudo. Nos falta mucho para estar bien centrados en el concierto internacional. Los de allí no se fían de los de aquí y ahí comienza el calvario que desde hace muchos años, tienen los Gobiernos españoles sin saber qué solución darle. ¿Quien pierde con todo esto? España. Pero eso no importa. Vendrán los siguientes y seguiremos igual.

Hoy estamos comentando el tema de la calidad de nuestra enseñanza. ¿Hablamos de la pandemia? ¿O quizá del tremendo fiasco existente, sin solución, del precio de la luz? ¿O prefieren ustedes comentar sobre la actitud del presidente del Gobierno de España y su ejemplar y modélica forma de atender y responder a los periodistas para que el país conozca de boca de su Presidente cual es la situación en general de lo que estamos viviendo, llámese Afganistan o pandemia. ¿Y el ministro Marlaska se va de rositas con el asunto de los niños que queremos retornar a Ceuta?

No hay por donde cogernos. Qué pasa con el ex ministro Ábalos cuando, siendo oposición, reclamaba soluciones para las puertas giratorias y, ahora, no sabe, no contesta, sobre las operaciones de ayuda a las empresas de uno de sus hijos?

Aquí funciona lo de maricón el último. Esa es la verdadera pena, que nadie, ni unos ni otros quieren ayudar. Y mientras tanto, la ministra del ramo, empujando para subir el salario mínimo profesional.

¿Necesitamos o no, hacer algo de forma urgente? Pues eso.

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