Diario de León

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Mismos perros con distinto collar. ETA no ha desaparecido. ETA y etarras aún existen. Siguen presentes en la sociedad española por una sencilla razón, porque no se han disuelto y continúan organizados, ahora, bajo las siglas de la coalición EH Bildu donde está integrado Sortu, partido en cuya dirección se encuentra el núcleo duro de los bilduetarras. La organización criminal ha cambiado su marca, pero no sus integrantes a los que Pedro Sánchez ha incorporado a la gobernabilidad de España. La simbiosis que han establecido filoterroristas y sanchistas es tan evidente que políticamente funcionan como vasos comunicantes. Demasiada indignidad.

Dice Irene González que «esta simbiosis de intereses y de proyecto entre ETA y el PSOE, —el fin de la nación española y un reparto de poder territorial— representa un poder casi absoluto por parte de ambos en sus respectivas esferas y con un Tribunal político Constitucional que lo bendice. Pero mientras que los socialistas escogieron a ETA como socio, EH Bildu es realmente quien necesita al PSOE en el Gobierno para poder alcanzar sus objetivos. Para Otegui ‘la gran paradoja es que no hay gobierno PSOE-Podemos si los que nos queremos marchar del Estado y además somos de izquierdas, vascos y catalanes, no sostenemos esa oportunidad’. Eso es el PSOE para los criminales independentistas, una oportunidad… Sin un PSOE en el poder no hay oportunidad de secesionismo. Bildu sólo es un instrumento para alcanzar la independencia de izquierdas… No se creó EH Bildu para legitimar el terrorismo de ETA, sino para terminar su trabajo. Y para ello salvar de una debacle electoral al PSOE es esencial». Demasiada oportunidad.

¿Va a volver a pactar con Bildu?, le preguntó Núñez Feijóo a Pedro Sánchez en la sesión de control al Gobierno celebrada en el Senado el martes 16 de mayo. Sánchez calló y otorgó. Su Sanchidad sabe que su presente está ligado a Otegi y a Bildu y que su futuro depende también de Otegi y de Bildu. «Ciento cuarenta y cuatro años de historia del PSOE, como le recordó el líder del PP, para acabar a disposición de unos asesinos» (M. Alcaraz). Al día siguiente, miércoles 17, en la sesión de control al Gobierno, ahora en el Congreso, fue la filoetarra Mertxe Aizpurua la que preguntó a Pedro Sánchez si mantendría el «escudo social» hasta el final de la legislatura, a la vez que reivindicaba el papel de Bildu en los «avances sociales». Sánchez, que en esta ocasión sí respondió a la bilduetarra, sabía perfectamente que, en la manipulación del lenguaje, «escudo social» quería decir «pacto», y que «avances sociales» significaban «acuerdos de Gobierno». Minutos antes, a una pregunta formulada por la diputada popular Cuca Gamarra sobre si tras las elecciones municipales y autonómicas iba a «romper con Bildu o a romper con la decencia», y requiriéndole que «sea valiente con los españoles y digánoslo», Sánchez rechazó responder. Quedó, pues, de forma meridiana que Pedro Sánchez —cobarde como una gallina—, los sanchistas —apesebrados de la tribu— y sus cómplices —los votantes del sanchismo— anteponen los verdugos a las víctimas. Para todos ellos es «antes ETA que la derecha». No es casual escuchar declaraciones vergonzantes como las de Patxi López «en las que no sólo justificaba el pacto con Bildu sino que dejaba claro que prefería al partido proetarra antes que al PP» (libertaddigital.es). Demasiada indecencia.

Resulta repugnante para los españoles de bien la hermandad entre el impostor Pedro Sánchez y el indeseable Arnaldo Otegi, como inquietante saber que «el votante socialista está dispuesto a tragarse su propio vómito con tal de que no gobierne la derecha. Tanto es así, que prefieren asociarse con quienes, hasta hace poco más de una década, ejecutaban a compañeros del partido dejando un reguero de hijos huérfanos y de cónyuges viudos. Entre estrechar la mano de un líder democrático de centro derecha y la de un miembro condenado de la banda terrorista, eligen lo segundo» (G. Sánchez). «En España hemos llegado al esperpento de que se puede ser de izquierdas aun exhibiendo una ideología nacionalista clasista y excluyente, con tal de que se esté en contra del Partido Popular» (A. Caño). Demasiada vileza.

«El PSOE ya no tiene remedio: ha recreado la España de los bandos y ha elegido ponerse en el mismo que ETA y Bildu… Lo que estamos viendo en las últimas horas es la exhibición impúdica de una alianza política entre un PSOE irreconocible y todos los enemigos interiores de España… El PSOE ha optado por acabar con los consensos, impulsores de la Constitución, para reabrir una España frentista y de bloques, situándose en el equivocado: junto a los restos del terror y al lado, ya sin disimulos, de su brazo político… Sánchez considera mejor a la renovada Batasuna que al PP o a Vox, y prefiere intentar aislar a ambos partidos y a sus millones de votantes que a la factoría independentista que incubó las peores ideas y los más crueles asesinatos» (eldebate.com). Demasiada impudicia.

La banda etarra «antes secuestraba a un empresario y lo metía en un zulo; ahora el rehén es Sánchez y la celda es la Moncloa» (A.R. Naranjo). Es ya una realidad que Pedro Sánchez y Arnaldo Otegi son socios políticos y sus ‘bandas’ actúan como vasos comunicantes por donde fluye un objetivo común: cambiar el actual modelo de Estado recogido en la Constitución del 78 -implantar la republica plurinacional- y reescribir la historia de España —ganar la guerra civil que perdieron sus abuelos—. Lo dice el felón: «esta no es todavía la España que los progresistas queremos; todavía no». Demasiada desvergüenza.

«Con Bildu no vamos a pactar. Si quiere lo digo 5 veces o 20. Con Bildu, se lo repito, no vamos a pactar» (Pedro Sánchez). Demasiadas mentiras.

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