Diario de León

En Villafranca ya no ‘cantan’ las ranas en las cálidas noches de verano

Publicado por
Bouza Pol, escritor
León

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Echo en falta el croar amoroso, feliz, de las ranas del Burbia, y ya va quedando lejano el recuerdo, el placer de sentarme en una peña y pescar unos peces con un puntal de bambú, un corcho y una «miruca». Pepen Sandes Cela y Toño ‘Vellina’ saben que ya no hay charcas llenas de cabezudos y las famosas anguilas que pescaba José Rodríguez ‘Budín’ sólo son historia. Ahora nadie «amergulla», nadie «apalpa» bajo las piedras.

Villafranca parece condenada a perder. Ha desaparecido la bonita Casa de la Estación, y el tren a Toral de los Vados; los lavaderos públicos que estaban al lado de la huerta de ‘Flevas’ y de ‘Bolica’; la Plaza de Abastos, con sus abiertos soportales; los molinos del río Valcarcel; el jardín del Auxilio Social; los lagares bodegueros con sus grandes vigas de castaño; el enorme pinsapo del Jardín de la Alameda por el que trepaban hasta el Cielo hermosas enredaderas con flores de colores; los castaños de indias frente al molino de la calle Espíritu Santo; el camino de Los Tejedores a Trivijano por el que pasaban en bien formada hilera, sobre todo en verano, una decena de Padres Paules y hasta doscientos seminaristas; el pozo de la Xirula y el de las Bolas; las veintidós grandes acacias del Campo Bajo; el sistema mecánico que en ocasiones especiales elevaba el suelo del patio de butacas del Teatro y lo ponía a nivel del escenario (grandes bailes se celebraban en él, por Carnaval); los siete serenos o municipales que recorrían la villa; la entrañable figura del pregonero señor Marchena con su tambor y sus bandos; los paseos a las fuentes de aguas limpias de Cubero, la Libertad, los Colmenares; las tertulias en las puertas de las casas tomando el fresco, viendo a la gente pasar...

Ya no se canta por las calles ni en las bodegas como lo hacían Avelino ‘Pintao’, Ninguén, Dalmiro ‘Xixo’, ‘Mingo Saldaña’, ‘Basis’, ‘Pepín del Molino’.

Desde el año 1964, la «Villa más bonita de León» no ha parado de perder población, que ahora se ha quedado, más o menos, en la mitad.

Se nos ha ido el Juzgado, el partido judicial, los pueblos de Arborbuna, Villabuena, San Clemente.

También la Cooperativa Vinícola, Maderas Villafranca, Palacio de Arganza, Almíbares y Conservas Ledo, Villarejo, Olarte, Gaseosas Pájaro y la churrería, el Casino, el Círculo Mercantil e Industrial, el Salón y la Pista Pancho Rico, las Monjas de la Divina Pastora, el Seminario Menor de los Padres Paules.

En Villafranca ya no se puede comprar un saco de cemento, ni poner gasolina al coche.

Cuando éramos «pobres» teníamos todo lo que he detallado y más, por ejemplo: cuatro confiterías, cuatro tiendas de calzado, tres sastrerías de confección y «pret-á-porter».

Nuestra famosa y magnífica Rondalla se va quedando muy reducida, apenas una docena de artistas, sin violines, ni mandolinas, ni instrumentos de viento.

A veces echo en falta aquellos viejos tiempos, solidarios y fraternales, en los que jugábamos en el atrio de la Colegiata al burro, al cometerreno, a las islas, a las canicas, a la billarda, al fútbol... Y cada vez que cualquier chaval se ponía a mear contra el muro, siempre venían otros «alipendes» para unirse al desahogo y sentenciar: ¡picha española nunca mea sola!

El anciano gran jefe Jurujú piensa en su Selva (la desaparecida finca-arboleda de don Alejo Sandes), llora a los valientes guerreros fallecidos en combate: «Noches cálidas,/ serenas,/ de nuestra niñez,/ alada,/ en las orillas del Burbia,/ entre el croar de las ranas.

En el Pozo de las Bolas,/ al pie de los Tejedores,/ nos bañábamos desnudos,/ sin malicias ni rencores.

Y el agua fresca del río,/ tan dulce y comprensiva,/ nos trató de maravilla,/ nos colmó de sensaciones,/ que siempre recordaremos/ los hijos de esta Villa,/ Villafranca,/ tan querida,/ de niños y de mayores».

Mas, cuando el amor prende bien, sólo la muerte lo extingue. Y así nos queda el eterno consuelo del Santísimo Cristo de la Esperanza, y la emoción que sentimos cada año al escuchar el Coro de San Valentín:

«Oh Cristo de la Esperanza,/ a tus pies, arrepentida,/ Villafranca, agradecida,/ te proclama su Patrón.

Y con tu gracia divina/ quiere seguir tus pisadas/ y las prácticas sagradas/ de tu santa Religión.

Gloria a Ti, Cristo de la Esperanza/ de los cielos y tierra Señor,/ triunfa y reina en el Bierzo, glorioso/ por la fe, por la paz y el amor».

Queridos amigos, no os preocupéis por mi ausencia física. La doctora me ha dicho que tengo la tensión arterial un poco alta, pero que es normal en un tío tan «salao».

El que esté libre de culpas...

Con toda Burbialidad.

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