Diario de León
Publicado por
MIGUEL Á. VARELA
León

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Aún no conocía el cuento de Julio Llamazares. Está publicado en el volumen Tanta pasión para nada y cuenta la historia del regreso de Ángel González a Primout para rodar un programa de televisión, cincuenta años después de abandonar esta aldea de enigmática etimología y belleza espectral, hundida en un perdido valle de las estribaciones de la Sierra de Gistredo.

La narración pone en boca del poeta un recuerdo. A primeros de mayo de 1947, en compañía de Roque, el alcalde del pueblo, recorrió por última vez la docena escasa de kilómetros que separan Primout de Páramo del Sil. Cuando se despiden, Ángel le promete volver algún día al lugar en el que durante unos pocos meses ha ejercido de maestro.

—No, don Ángel, usted no va a volver. A Primout no vuelve nadie —le respondió Roque.

Ángel González llegó a Páramo del Sil en los tristes años de la posguerra para curarse de una tuberculosis. Allí escribe sus primeros poemas, estudia por libre Derecho y se habilita como docente. Primout fue su primer destino. En el pueblo malvivían una veintena de vecinos y no había cura. «El cura se había vuelto loco, lo mismo que la maestra a la que vine a sustituir», recordaba González en el programa Esta es mi tierra que protagonizó para TVE en el 2001 y gracias al cual cumplió la promesa hecha a Roque aquella lejana y fría mañana de primavera.

Conocí Primout en los noventa, cuando la aldea fue noticia en los telediarios nacionales por los conflictos entre propietarios y el grupo de personas de variada procedencia que había ocupado el pueblo abandonado y montado en él una especie de comuna alternativa que no acabó de cuajar, como ha ocurrido en Matavenero o Poibueno.

Desalojados por la fuerza, el pueblo ha ido recuperando algunas viviendas de sólida factura constructiva. Ahora es visitado ocasionalmente por sus antiguos habitantes y en él vive de forma permanente Lebrijas, que se presenta como alcalde, vende rifas para la recuperada fiesta de San Miguel y cuenta con orgullo cómo se libró de la mili haciéndose pasar por loco.

Aunque se puede acceder con relativa facilidad por la pista que lo comunica con Páramo, es muy recomendable llegar al pueblo subiendo por la senda paralela al río desde Pardamaza o desde Librán.

La primera permite disfrutar de un ejemplar paisaje de ribera y la segunda admirar uno de los cañones fluviales más hermosos de la comarca. En lo alto del caserío se conserva, aunque semiarruinado, el edificio de dos plantas de la escuela, desde cuyas ventanas vio Ángel González pasar aquel lejano y gélido invierno para cuerpos y almas.

Creo que volver a Primout es un mandato escrito en el río por el poeta asturiano. Una feliz condena para contradecir la sentencia del cuento de Llamazares.

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