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TRIBUNA / Vuelta a las aulas: orientación básica

El aprendizaje profundo requiere la utilización de habilidades profundas como analizar, comparar, contrastar, evaluar, sintetizar

Isabel-Cantón

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Isabel Cantón Mayo | Catedrática de la Universidad de León
León

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Cada inicio del curso académico, se actualiza casi el eterno retorno a los libros, a los centros y a las aulas en una moderna visión circular del tiempo con Borges, y con Heráclito la idea contraria, de que nadie se baña dos veces en el mismo río. Así ocurre con los años escolares; por un lado hay la visión de reiteración de amigos, aulas, colegios, etc; y por otro lo que fluye al pasar de curso, aumentar la edad y llegar, al final de la etapa escolar, de la estancia en el colegio, del nivel académico cursado. 

El mismo filósofo griego citado señala como los opuestos se complementan: el orden y el caos, el día y la noche, el frío y el calor. Algo de esto ocurre en cada comienzo del curso escolar: por un lado la ilusión del avance, de edad, de curso, de centro… y por otro, la nostalgia de lo que se ha dejado atrás, de lo perdido y de que es irrecuperable. 

No obstante, en este tiempo de retorno parece razonable establecer algunas premisas orientadoras básicas para su mejor afrontamiento y provecho de lo que es inexorable. 

Siguiendo las premisas de este escrito, lo primero que hay que establecer ante el nuevo curso es la adecuada distribución del tiempo: esimprescindible un horario que abarque las 24 horas con un equilibrado reparto de los tiempos para conseguir el mejor resultado con el menor esfuerzo. 

Para ello la confección de una planificación en la que consten las horas de sueño, las de comida, las de traslados, las de clase, y, por supuesto las de estudio. Ello exige un serio compromiso con lo programado como horario personal con dos recomendaciones en esa distribución: la priorización en tiempos de lo más importante para el que planifica; y que los objetivos que se propone y planifica sean realistas, válidos, posibles y evaluables. De nada vale hacer un horario ficticio en el que aparecen 12 horas de estudio si no se cumplen más que cada cierto tiempo. 

Es más productivo fijarse una o dos horas, eso sí, diarias y siete días a la semana, que darse un baño de horas un buen día y otro baño de holganza los seis días siguientes. Por otra parte, no es igual estudiar a primera hora de la mañana que a última de la noche; hay opiniones y resultados muy diferentes en cada caso, aunque siempre es mejor dejar hechos los deberes del día siguiente antes de acostarse. 

Lo mejor es establecer una rutina al terminar la jornada escolar que lleve directamente a la mesa de estudio el tiempo establecido. La sistematicidad y el rigor en el cumplimiento del horario elegido, que ha de ser muy razonable y, a priori, fácil de cumplir, son la clave del éxito escolar. La procrastinación (dejar las cosas para más adelante) es un hábito muy frecuente en los estudiantes más capaces al sobrevalorar su habilidad para aprender en menor tiempo del previsto. 

Establecido el tiempo de estudio es básico contar con dos elementos: uno interno y otro externo. En el aspecto interno destacamos las ensoñaciones adolescentes que les permiten pasar su tiempo de estudio con los codos hincados, la vista fija en el libro y la cabeza en idílicos parajes amistosos, amorosos o ficticios. 

Aquí el requisito para evitarlos es la autoexigencia de estudio con bolígrafo y papel: un estudio con aprovechamiento tiene que tener su evidencia en subrayados, resúmenes, esquemas, anotaciones, mapas conceptuales, etc. que muestren que la inteligencia está al servicio del estudio y no al servicio de las musarañas. Muy recomendable es en esta fase el sobreaprendizaje o repaso diario de lo estudiado anteriormente para evitar su olvido y conectar este aprendizaje antiguo con el nuevo adquirido cada día. En el aspecto externo tenemos elementos más fácilmente controlables: habitación adecuada sin interrupciones, ruidos, o temperatura alta o baja, con buena luz, si es posible que entre por la izquierda; mesa amplia y despejada, con los libros y útiles sobre ella para no tener que buscarlos en la cartera o en la biblioteca. 

Son distractores altamente perniciosos, y comunes a la vez, los viajes a la nevera, al televisor, a ver al resto de los miembros de la familia, al teléfono (el móvil no debe compartir el tiempo de estudio) etc. 

En la dimensión opuesta, está bien el autopremio, el establecimiento de auto-recompensas al terminar la tarea fijada que actúan como motivadores en la agilización de los trabajos cotidianos, siempre que sea sin autoengaños. 

Para finalizar estas líneas, que solo pretenden asomarse a la problemática sobre la que hay mucho escrito e investigado, proponemos que el aprendizaje realizado lo sea en profundidad, no aprendizaje superficial. 

El aprendizaje superficial se centra en la memoria inmediata, en retener datos, requiere poca habilidad cognitiva y se ha descrito como la estrategia de «tragar y vomitar» conocimientos. Por el contrario, el aprendizaje profundo requiere la utilización de habilidades profundas como analizar, comparar, contrastar, evaluar, sintetizar, que permiten la retención a largo plazo y pueden ser utilizadas más adelante, tanto en otras materias como en la vida. 

También destaca el aprendizaje estratégico que combina ambas formas de aprendizaje orientándolas de forma que permitan sobresalir y obtener éxito en la vida. 

Con estas líneas muy básicas se pretende ayudar de forma general a los estudiantes, a los padres y a algunos profesores para caminar juntos en la misma dirección y mejorar los estudios y también adquirir hábitos vitales que impregnen la vida de estudio y posteriormente la vida profesional.

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