Diario de León
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Los español@s son, entre los europeos, lo que se más declaran de izquierdas, según estudios bien documentados. Y todavía es mayor el porcentaje de los que se autodefinen de la izquierda más extrema. Es un hecho bien conocido en sociología que en los países que sufrieron largas dictaduras, la mayoría de los electores se abonan al espectro que representa lo contrario a lo que se impuso en ellas. 

Sentirse de izquierdas, o sea, perseguir la igualdad, el progreso, la justicia es un timbre muy honorable pero tiende a encubrir otros menos laudables, por ejemplo, el sectarismo, la envidia, el parasitismo, En la España post franquista es una etiqueta que ennoblece a quien la enarbola, algo así como ser «cristiano sin mancha» en la España de Torquemada. Porque ser de derechas es ser un facha, es decir, un miserable, a los ojos de esta facción.

No tenemos más remedio que poner un nombre a esta dolencia que representa el izquierdismo en la España de ahora: zurdorrea. De dolencia se trata sin duda porque adolece de los atributos elementales de la salud intelectual, el sentido común y la razón práctica. El/la que se autoproclama de izquierdas, se siente superior a quien llama de derechas, en moralidad, en civismo, en nobleza, en rectitud. Porque, es progresista, es solidario, es pacifista, es ecologista, feminista, digital, animalista, se apunta con devoción a todas las novedades que llegan. Todo esto es perfecto pero un ciudadano de derechas, como me proclamo yo, de derecha liberal, somos todo eso también, aunque no se lo crean, pero lo somos, les guste a no. Es plausible que haya convencidos de izquierda que acepten esto pero, para el común de esa especie, solo somos seres abyectos, ruines egoístas que solo pensamos en nuestras propiedades, nuestros ingresos y no sentimos empatía por las miserias ajenas ni queremos mejorar el entorno. Y es que la pregunta de fondo es, ¿el devoto de izquierda, es tolerante, de verdad, con los que no comparten sus creencias o es un sectario que solo acepta sus prejuicios? ¿Es demócrata, de verdad, y acepta las reglas del Estado de Derecho o solo si convienen a sus intereses? 

Es un hecho bien conocido en sociología que en los países que sufrieron largas dictaduras, la mayoría de los electores se abonan al espectro que representa lo contrario a lo que se impuso en ellas

Y entremos en el charco de los cocodrilos, la economía. Al paciente de izquierda le encanta vivir de un sueldo público, funcionario, interino, parado, subvencionado, o sea como los hebreos del Sinaí. En su idea el Estado es el Soberano de los Mundos, al que debe subordinarse todo interés privado. El creyente de izquierda dice que no le importa pagar impuestos por el bien de todos, y que nunca ha defraudado un céntimo, si es verdad eso solo Hacienda lo sabe. 

Como cree que el estado es soberano, o sea todo poderoso, como el Jehova de los rabinos o el Ala de los musulmanes, el estado debe sufragarlo todo, sueldos, pensiones, paros, desamparos, embargos, accidentes. Porque la chequera del Estado es infinita a los ojos del paciente de zurdorrea. Si le preguntas a alguien de izquierda cómo consigue el dinero el Estado, uno de cada dos te dirá que de los impuestos. Pero sabemos que los impuestos no llegan a cubrir los gastos, que el Estado debe endeudarse. Si preguntas a un paciente de zurdorrea por la deuda del estado, por el déficit público, se rascará la cabeza , fruncirá el ceño y dirá ¿Qué tiene que ver eso con ser de izquierdas

Así llegamos al nudo del asunto. Para el creyente de izquierdas la economía es marginal. El/ella está por encima de lo económico, el/ella solo piensa en el bienestar. Pero el bienestar tiene un precio elevado que solo puede pagarse con productividad laboral o con deuda pública. 

En productividad no somos los españoles un espejo para los demás así solo queda la deuda. Si el estado se tiene que endeudarse hasta un 135 por ciento del PIB, o seas 1 billón de euros, es algo que no preocupa al zurdorreico. No le preocupa que él personalmente y todos los de su familia y todos sus compatriotas, deban a cuenta del estado, 30 000 euros a los que financian el Estado, es decir, la mitad al BCE, un tercio a los bancos españoles y un tercio cada vez menor los extranjeros, porque cada vez confían menos en cobrar lo prestado.

Como al paciente de izquierda no le preocupa la deuda del Estado su medicina es siempre la misma, gastar, gastar, gastar: En servicios sociales, claro y no piensa en las mordidas, en los despilfarros, en los comisionistas, que dilapidan un tercio, está comprobado, de esos gastos. Repartir los caudales a manos llenas para satisfacer necesidades y de paso para captar clientes, ¿o será la prioridad al revés? Hablarle de ahorrar a un zordorreico es como pedir castidad a un sexoadicto.

Por eso pasa lo que pasa, y ya lo hemos visto tres veces: los gobiernos de izquierda acaban sus mandatos dejando la economía destrozada, la hacienda vacía, la deuda disparatada. Es cuando una parte de ellos/as, los más sensatos, se repliegan un ratín, no acuden a las urnas y por eso permiten que la derecha se haga con el poder, para enderezar la economía, sanear la hacienda, aumentar el empleo. Pero solo eso, un rato, porque la patente de la progresía no la pierden jamás. Y en el fondo su objetivo es ejercer el poder, por lo menos tantos años como lo hicieron los del otro bando, es decir, cuatro décadas. 

Y es que la izquierda es una copia de las dos instituciones que están en las antípodas de su ideología, el Ejército y la iglesia. Imita la tendencia del Ejército, en siglos pasados, a apoderarse del Estado para saquear sus cuentas cuando la Caja esta llena y la de la Iglesia, de predicar el auxilio de los desamparados para convertirlos en sus secuaces.

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