Diario de León

Fotógrafo

«La figura humana debe ser el sujeto y no caer en la anécdota»

Ángel Marcos inicia el doce de julio un taller de fotografía en el Musac que llevará por título «Imagen fija», una oportunidad más para acceder a su voluntad artística «Hay que escr

Ángel Marcos ante una de las imágenes de «China», que se expone hasta septiembre en el Musac

Ángel Marcos ante una de las imágenes de «China», que se expone hasta septiembre en el Musac

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Cristina Fanjul - león
León

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Ángel Marcos muestra en el Musac su último viaje artístico. En China desarrolla un brillante tour de force entre su memoria afectiva y la sorpresa ante una civilización sorprendente y desconocida. -¿Qué ficciones encontró en China que no hallara en Cuba o Nueva York? -La primera ficción que encontré fue la de un país que en realidad desconocía, a no ser por la información de los medios de comunicación o las películas. Esta particularidad se materializa en un reflejo de operar en la imagen que es casi una narración bíblica de los acontecimientos. Desde el principio quise desentrañar cuál era su particularidad, los motivos de una argumentación muy singular: la confrontación entre la política comunista y el libre mercado. -En cierto sentido, es un país que ahora vive de espaldas a su realidad, en una especie de espiral inmitadora. -Si, es cierto. Tal vez por eso, China ha sido el lugar que más ha desviado mi atención, porque en este país todo se multiplica por cien. Verá, cuando pongo en marcha un trabajo siempre intento que esté basado en la experiencia de confrontación con el lugar que visito. Nunca voy con la mente tabla rasa, sino que siempre hay una determinación de la mirada. Sin embargo, en este caso, he tenido que eliminar formas de actuar y he dejado atrás ciertos orígenes de implicación sociopolítica. Con ello, he tratado de lograr que la queja refleje la realidad con el fin de mostrar una mirada de complicidad y protesta reposada. -Es curioso cómo consigue que sus fotografías resulten profundamente humanas cuando en la mayoría de ellas prescinde de las personas. -Se trata de un discurso que ya inicié en Cuba. Creo que la razón la busco en la necesidad de que la figura humana funcione como sujeto pero sin caer en la anécdota. Es decir, trato de conseguir que el acercamiento inmediato a la figura humana no suplante el discurso que estoy transmitiendo. -Sí, pero ¿cómo lo consigue? -Existe algo que yo denomino el lenguaje vivo, el lenguaje afectivo, si quiere, que es algo de lo que no se puede prescindir y que podría denominarse colectivo sensitivo. Para reflejar esta particularidad, me sirvo del carácter de objetos que son la huella del quehacer humano. Un ejemplo son las cazuelas o bicicletas que hay en las fotografías y que están a disposición de uso, es decir, son la huella de lo acontecido. En China todo es más anónimo. De alguna manera, son más grises que en Cuba o Nueva York. Por eso, con el caso de la bicicleta, por ejemplo, se trataba de conseguir que esta imagen que siempre hemos tenido pasara de alegoría a realidad, perdiendo con ello su carácter de romanticismo. -En esta exposición se muestra la tensión entre el comunismo político y una economía de capitalismo salvaje. La anterior, «En Cuba», me produjo la sensación de un país en el que la revolución se ha convertido en polvo. -En Cuba hablo de cómo se ha generado un lenguaje a partir de una ideología que ha dejado huella. Frases como Revolución o muerte o Patria hasta morir, Hasta la victoria siempre están en la mente de todos. La revolución ha sido un proceso que puede que sea tan sólo un grano de arena en la historia mundial, pero que es importante para la gente que la vive. Y, además, creo que la muerte de la revolución cubana se deja sentir también en Occidente. En Cuba quiere mostrar qué ha supuesto la revolución, cómo se ha generado toda la iconicidad que produjo y cómo ésta se aprovecha en la actualidad. -Una de las cosas que más llama la atención de la muestra es el shock que se produce al entrar en la sala de las cajas de luz, el gran abismo entre los grandes rascacielos y los lugares que habitan quienes los construyen. Es profundamente revelador. -Sí, se pasa de la masculinidad constructiva a esa China más de barrio, más similar a cualquier pueblo de España, es la China de la intimidad, la que surge en los lugares que reflejan el silencio y el reposo. Y, sí, creo que es un acto de inteligencia del comisario que le llega a cualquier espectador. -¿Cómo fue el trabajo de selección? ¿Cuál, el papel de los comisarios? -He tenido dos buenos comisarios (Rafael Doctor y Helena López Camacho). Sobre todo porque yo llegaba con un trabajo muy gratificante pero también muy duro, lo que me impedía en cierta medida tomar distancia con lo realizado. Por eso necesitaba que ellos aportaran la objetividad que a mí me faltaba, y tengo que decir que ha sido complicado pero fantástico. Con ellos he sido capaz de objetivizar una obra subjetiva. Su labor ha hecho posible que las imágenes se acomoden a mi mirada y a un discurso y una idea que en este caso es mío. -Parece que la utopía se ve siempre de distinta manera por quienes no la viven. -En China hay una cosa clara, y es que, después de la Revolución, la clase que no tenía sigue siendo la clase que no tiene. De alguna manera, aplastó la identidad personal. Creo que la historia tan programática de Mao hizo que se diera la espalda a la utopía, como teoría que trata de recoger las necesidades y deseos de la sociedad. Aunque eso también pasa en nuestros regímenes. Además, es un hecho que la gente que determina estos planes nunca vive mal.

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