Diario de León

POESÍA

Lo que el silencio nos dice

BARRO DESNUDO Hugo Mújica Visor, «Palabra de Honor», Madrid, 2016. 110 páginas

Publicado por
JOSÉ ENRIQUE MaRTÍNEZ
León

Creado:

Actualizado:

E n su diario escribe Alejandra Pizarnik: «Desnudarse. Despojarse de la cantidad, de lo inútil. Intensidad y no extensión». El afán de desnudez y de ascesis retórica ha movido a determinados poetas a la condensación expresiva, a la economía verbal, a la tensión entre el silencio y la palabra. Como consecuencia, el poema oscurece su sentido y exige del lector una pareja tensión entre la intelección y la emoción. Lo probamos en Valente o en Ada Salas, entre nosotros, y en Hugo Mújica entre los poetas del otro lado del Atlántico. Los títulos del poeta argentino, que no en vano hizo voto de silencio en un monasterio trapense, abogan por el retraimiento verbal, por el fortalecimiento del silencio creador y el ahondamiento interior: Para albergar una ausencia (1995), Sed adentro (2001), Cuando todo calla (2013) y el reciente Barro desnudo sobre el que versa esta reseña.

La desnudez es, pues, el rasgo más llamativo de esta poesía: precariedad expresiva, despojamiento interior, ir de fuera hacia adentro, saber como un no-saber del que hablan los místicos y el propio poeta, pues «solo quien anda desnudo / sabe lo que es la lluvia». Pero andar desnudo no supone el ensimismamiento, desentendiéndose del mundo externo, pues solo conociendo a los otros puede conocerse uno a sí mismo, y viceversa: «Es siempre en la vida de otros / que entrevemos / la más propia», «solo desnudo / de uno mismo / puede saberse / de otros». La desnudez atañe también a la poesía, como se ha indicado, una poesía que se reconoce más en la espera que en el encuentro: «Crear no es ni un saber / ni una certeza, / suele ser un tal vez / y un presentir, / es la espera y la intemperie». Muchos otros símbolos acceden a esta poesía: la sed, «esa sed que llamamos alma», la sed que «siempre / pide / más vida / para encarnar / su vacío», la sed de las raíces abriéndose a las lluvias, la sed de mar que sufre el río...; la noche como espacio de abandono, de sosiego, de introspección... De hecho, el poeta parte de un signo externo (el atardecer, la hojarasca, el cielo gris) para sondear después el alma: un pájaro rasga la niebla y el poeta lo deriva hacia la reflexión: «Es cada vida / la que al rasgarla / la expande». Cabe decir, además, que para exprimir al máximo los significados, el poeta recurre de continuo a los opuestos: «El trueno estalla / el silencio escucha», «Siempre se palpa / un adiós / en cada cuerpo / abrazado», «la nada que somos / es el todo que buscamos».

tracking