Diario de León

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A la vista está: ni siquiera de milenios de estratos históricos, de civilizaciones apiñadas unas sobre otras o de árboles genealógicos cada vez más dispersos hemos sido capaces de extraer más que un par de lecciones contadas. Una de las pocas cosas que nos ha quedado clara, sin embargo, es que solo puede naufragar aquello que un día fue sólido, monolítico, eterno. Por eso La ballena tatuada, el nuevo libro de Darío Adanti publicado por la editorial bilbaína Astiberri, podría ser cualquier cosa salvo un naufragio.

La forma volátil que adopta rema a favor del contenido de este falso documental gráfico, construido a partir de los restos de otro naufragio, el de aquello que pretende contar. Así, las pequeñas historias, las apariciones fantasmagóricas sucesivas, las generaciones, los mitos, las canciones marineras y los restos antropológicos se ordenan en una suerte de collage primigenio —como el de nuestra memoria— para armar un posible relato de la primera vuelta al globo.

Darío Adanti es un bardo que no canta: dibuja. La mejor tradición homérica encuentra en La ballena tatuada una continuación coherente con los tiempos que corren, y sus viñetas son una ventana de difusión para un mito que todavía no había encontrado su camino. Como sucede con las buenas narraciones orales, al terminar la inmersión en este libro cada lector contará la película a su manera; porque todas sus historias, separadas por kilómetros y siglos, quedan entrelazadas por las lianas de la bestia. La sombra del mito, como la del ciprés, es alargada, y Adanti es capaz de convencer a cualquier civilización sobre la faz de la tierra de que una sola ballena es causa y efecto de todos los naufragios del mundo.

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