Diario de León

Alberto Flecha

El León del Padre Gilberto

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En 1931, la Diputación de León publicaba una obra que tendría una enorme repercusión y difusión por toda la provincia: el Romance Heroico, del agustino Gilberto Blanco. La institución provincial recogía así el guante que el director del Diario de León, Filemón de la Cuesta, les lanzaba desde el prólogo: «Esos versos merecen ser aprendidos de memoria por todos los leoneses, y ser recitados donde quiera que se reúnan dos amantes de esta tierra, y servir de lectura en las escuelas, y ocupar un puesto, no ya en todas las bibliotecas, en todas las cocinas leonesas, para que nadie pueda desconocerlos».

El Padre Gilberto, quizás hoy desconocido por muchos leoneses, contribuyó como pocos a la difusión de muchos de los símbolos que hoy los habitantes de esta provincia sienten como propios. Nacido en 1874, fue uno de los abundantes miembros del clero que en el primer tercio del siglo XX mostraron un especial interés por la cultura de la patria chica en la provincia leonesa.

No fue este un caso particular. Podríamos traer aquí lejanos espacios, como aquellos de Irlanda o de Polonia, donde el clero tuvo una participación destacadísima en el estudio y fomento de la propia cultura. U otros más cercanos, como el de Galicia, con el ejemplo del astorgano Matías Llorente, cultivador como pocos de la cultura y el ser gallego. O el del Padre Galo en Asturias, autor de emocionantes poemas en la lengua autóctona. Por toda Europa el clero católico, bien fuera por su proximidad al pueblo o por una formación letrada que les hacía valorar la cultura autóctona, jugaron un importante papel en el despertar de los movimientos de reivindicación de las culturas locales.

El Padre Gilberto fue uno más de aquel espíritu que por entonces recorría Europa. Hasta 1927, el coyantino había desarrollado una notable poesía religiosa, pero fue a partir de este año, con su llegada a León después de su deambular por buena parte de España debido a sus obligaciones religiosas, cuando su pluma bajó también a la tierra, a la su tierra, como a él le gustaba decir, para construir algunas de sus obras más conocidas.

Así participó activamente en celebraciones que cultivaban lo leonés. En la coronación canónica de la Virgen del Camino, por ejemplo, para la que escribió su famoso himno y donde ganó el concurso literario que con ocasión de aquellos fastos se celebró. Fue con el Romance Heroico del que hablamos al comienzo de estas líneas. Por aquella obra desfilaban muchos de los símbolos sobre los que ha descansado tradicionalmente la identidad leonesa, como Guzmán, el de Tarifa, o los viejos fueros y concilios «donde fluyen mansamente las corrientes de divinas democracias».

Cuatro años después, el Padre Gilberto añadió a sus laureles el triunfo en otro concurso literario, el que se celebró con ocasión de otra exaltación local, la del V centenario del Paso Honroso. Fue otro paso más de los que contribuyeron a acrecentar la popularidad del agustino, al que el Diario, con ocasión de su obituario, el cuatro de abril de 1938 y a página completa, calificara como «quizás el hombre más popular y querido de León».

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