Diario de León

Alberto Flecha

Un solsticio para Mérida

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Hoy este trozo de papel de periódico te lo dedico a ti, que naciste cuando el carro del sol está caminando por lo más alto de un cielo salpicado por nubes de desconcierto.

Tú no lo sabes, niñita, como tampoco lo saben las flores ni los pájaros que llegan junto a ti este verano que entra, pero no pintan las cosas muy bien por aquí. No lo sabes porque todo esto que nos atormenta es cosa de otros. Y es que tú, como esas flores y esos pájaros, perteneces a la vida, y llegas como llegan todos los veranos al mundo, cargada con la imbatible fuerza de la ilusión y la esperanza.

Tú no lo sabes, pero yo todavía no he podido conocerte más que por las fotos que me mandan tus padres, fotos desde las que pareces querer decirnos a todos que tengamos paciencia, que los hospitales de este lugar al que llegas no son solo esa puerta oscura de despedidas de la que todos hablan, que por ella también entráis algunos rayos de luz como contrapunto a ese cuento sin fin ni esperanza que algunos nos dictan desde el fondo más negro de la noche.

Pero no te preocupes, que también llegas en tiempos de solsticios. Para casi todas las culturas tradicionales, los solsticios son momentos mágicos: el sol empuja desde lo alto la palanca del mundo y abre las puertas por las que puedes cruzar al otro lado del espejo. En este tiempo en el que llegas es cuando quedan a la vista los tesoros enterrados por los moros y también cuando se desencantan los príncipes encantados. Salen a bañarse las xanas a las fuentes. Saltan los trasgos y se desperezan los cuélebres. Sueñan los enamorados sueños imposibles. Se recogen plantas en lo más recóndito del monte. Y si te bañas en el rocío de la mañana, puedes curarte de males sin remedio, que de la ilusión también se vive, aunque muchas veces vengan a decirte lo contrario.

Así que ya lo sabes. Ahora te queda soñar en tu cuna de Rioseco. Pasarán muchas veces cabalgando por el monte el sol y la luna. Escucharás nanas que te hablarán de crisis, de despoblación y de olvido. Te querrán convencer de lo que es posible e imposible. Pero no olvides que llegaste con el sol en tiempos de solsticios y que siempre habrá, frente a las sombras, un rayo de luz que escondes entre tus manos.

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