Diario de León

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La voracidad e insaciable afán centralizador de este engendro autonómico no tiene medida, contradiciendo la filosofía y los pactos verbales nacidos cuando la cosa estaba prácticamente en mantillas. La mayor parte de los políticos leoneses que viven del asunto ni rechistan. Calladitos, en todo caso con panegíricos a los santos mandamases. El segundo de la categoría, que tiene la virtud de pisar todos los charcos y dogmatizar que mojan, pregona a cielos, aguas y rastrojos que vivimos en el mejor de los mundos posibles. Ay, si la realidad no fuese tan obstinada y los datos no cantasen las melodías de la precariedad y sus diversos plurales. En ese afán, digo, los hechos se suceden…, como el último, menor, de las ambulancias, que se quedó en nada. De momento. Que cuando el río suena…

De ríos y de aguas viene hoy el asunto, por su inmediatez, sobre todo porque en esta tierra nuestra de todos los desamparos —buena parte de la culpa es nuestra, no se olvide— todo dios manda o quiere, sobre todo cuando se habla de destrozos. Y ya son tantos… Resulta que en coordinación entre la Diputación de Valladolid y el Colegio de Ingenieros Técnicos y Agrícolas, estos y otras asociaciones piden a la CHD el recrecido, entre otros de diversas provincias de la Comunidad, de los embalses de Riaño, Porma, Villameca y Barrios de Luna, además de exigir otros catorce embalses más «para —cito textualmente— defender a todas las personas que viven y desarrollan su actividad en el medio rural y ayudar a hacer de nuestros pueblos un espacio de oportunidades». Ítem más, y para mayor inri, que se limiten los espacios protegidos, pues complican el impulso de nuevas infraestructuras. ¿Nada más?

A la carta. Claro que están en su derecho. Y hacen bien, por si cuela. Salvo casos excepcionales, aquí nadie ha levantado la voz. Mi reflexión es muy sencilla: ¿en qué quieren convertir a esta provincia, en una extraña reserva de no se sabe muy bien qué, amparándose en los silencios cómplices y clamorosos? Vayan amarrándose los machos los de «si la montaña muere». Permítanme subrayar dos ideas del texto entrecomillado anteriormente: ‘defender a las personas que viven en el mundo rural’-‘hace de nuestros pueblos un espacio de oportunidades’. ¿No pertenecen las gentes de nuestras montañas al mundo rural? ¿No se merecen igualmente un espacio de oportunidades? Conteste cada cual, si puede y quiere. Uno tiene la sensación creciente de ser ciudadano de segunda, de tercera si la hubiere.

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