Diario de León

Alfonso García

Alberti y el Trastevere

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La lectura siempre es un viaje. O un recordatorio. Me lo recuerda mi nieta mayor al enviarme desde Roma una foto de la casa en que viví durante unos años, ahora que leo Amanecer en el Gianicolo, de Arturo San Agustín, una lectura que es un «catálogo de sensaciones». Una de esas sensaciones me lleva al Trastevere, donde vivió y conocí a Rafael Alberti.

En diciembre de 2011 se inauguró la «Terraza de Rafael Alberti» en el Centro Andaluz de La Habana, al principio del Paseo del Prado y casi frente al Parque Central. Aitana Alberti, la hija del poeta andaluz de origen italiano, me invitó a aquel acto para llevar a la escena algunos de mis recuerdos romanos con el poeta de la «blanca melena vaticana», como alguno refirió con evidente sarcasmo. Fue una jornada emotiva y bella, con alusiones jugosas a su presencia cubana y la vinculación con el poeta Nicolás Guillén.

Durante su larga estancia en el exilio romano, Rafael Alberti y María Teresa León vivieron en el barrio del Trastevere —«la verdadera capital de Roma»—, quizá porque conservaba ciertos aires marineros que tanto gustaban a este marinero en tierra. En la empinada Via Garibaldi, 88, por donde pasamos tantos y tantos, de la más diversa ocupación y preocupación. Vivía cerca, lo que me permitió visitar al poeta en varias ocasiones, caminando, sentados en el bar de la Porta Settimiana, o, en un par de ocasiones al menos, invitado por él en el restaurante La Antica Pesa, convertido en ocasiones en escenario de presentación de libros y otras actividades. Conocido por la buena pasta, el gaditano, y servidor en menor medida, disfrutaba con los spaghetti cacio e pepe.

Recuerdo ahora una anécdota que él me contó con gracia, ironía y un cierto enfado. Es lo que me ha llevado hoy a este viaje, porque la comenta Arturo San Agustín en el libro referido. Los trasteverinos celebraban la Festa de Noantri, en la que no permitían participar a nadie ajeno al barrio. La prueba es que cuando Mussolini instaló en los arcos de cartón para la fiesta el lema «Trastevere: ahora brilla más porque te protegen la Virgen y el Duce», los del barrio «se enfurecieron y la noche anterior a la procesión embadurnaron con pintura el luminoso lema mussoliniano y escribieron el suyo: ‘Estamos hartos de tanta luz. Preferimos la oscuridad. Que la luz se la metan por el culo el Duce, la Virgen y el Rey’».

Nunca olvidaré aquellas risas. El Trastevere tiene duende.

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