Diario de León

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Nunca hay límites ni para la admiración ni para los descubrimientos silenciosos. Abrir los ojos es un camino que transita por los espacios más inesperados donde aún puede surgir la luz. La luz del paisaje, de la palabra, de la belleza sin límites ni aristas. En el corazón de las sensaciones se ubica Busmayor, que geográficamente asciende por las últimas estribaciones bercianas hacia la frontera de esa Galicia también ubérrima y frondosa. Guarda Busmayor como secreto de las esencias la altitud de los bosques, la piedra con que ha definido el caserío y el agua que da aliento a la intensidad sobrecogedora del territorio que lo abraza. Nada más allí que saber mirar para entender parte del silencio que los siglos han ido tejiendo con primor y paciencia. El equilibrio no puede ser nunca fruto del azar. Los dioses rurales labran la historia desde la sencillez y el arraigo.

En ese espacio mágico se viene celebrando desde hace once años la cita de Versos en el Hayedo de Busmayor. Pensaba Ganivet que la memoria de los pueblos está en sus palabras antiguas. Antiguas o renovadas, lo cierto es que en esta delicada filigrana del hayedo la palabra volvió a renovar fuerza y compromiso el pasado día 10. Un clásico ya de nuestra geografía literaria, creado, cultivado y mantenido con la mano generosa y sabia de una mujer que apellida con el nombre del pueblo en que nació, Carmen Busmayor, la serenidad del verso y la sonrisa de la amistad. Este hecho fundacional, creo, bifurca las raíces esenciales en la belleza de la palabra en un entorno inigualable en que se levanta, en medio del bosque, la Piedra de los Poetas, y, por otra, contribuye a la fortaleza de un pueblo hermoso y singular. Y a fe que lo ha conseguido, con creces, que ahí están los datos para confirmarlo. En el segundo de los casos, el Ayuntamiento, que organiza con entusiasmo y acierto la cita —colaboran el ILC y el IEB—, tiene proyectos que sustantiven y pongan en valor el entorno, el hayedo como epicentro. La Cultura, la Palabra han sido, una vez más, el motor que reaviva letargos añejos.

La jornada fue una fiesta que acabó intensamente, en un verdadero hermanamiento. La Palabra que concita abraza siempre.

Volveré a Busmayor si los dioses me amparan. Ahora que se alarga el verano o cercana la explosión otoñal del color con la ternura de sus gamas, le recomiendo no perder la oportunidad. Hay paraísos escondidos en la umbría de su hayedo. Verá.

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