Diario de León

Alfonso García

Las colas del desencanto

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En esta España confusa de políticos sin rumbo, de pantallas abarrotadas de los Carrasco, Flores, Cantó y otras especies protegidas y no tanto ocurren sin cesar escenas rocambolescas. En las recientes elecciones madrileñas un interventor presentaba síntomas de adormilamiento. «Nunca madrugo tanto —confesó al periodista—. Me arrimé al Partido Socialista y trabajo en un chiringuito. Cobro tres mil euros al mes por enviar un twit semanal». Y volvió a abrir la boca, estirándose…

Es un episodio anecdótico, aunque no tanto: se puede extrapolar a todos los ámbitos de todos los partidos. ¿Cuántos políticos, asesores, vividores y malas hierbas de semejante ralea sobran en este panorama? ¿Por qué tanto alejamiento de la realidad, creando una irrealidad paralela –desvergüenza sonrojante- para perderse en discusiones inútiles sobre la metafísica de la nada, incluso en temas tan serios como la salud, con sueldos bochornosos de qué compensaciones y muchísimos sin dar un palo al agua? Y mientras, colas, colos, coles, que es de trascendencia definitiva la terminología inclusiva, como unidas. Las colas del desencanto en un país que habla siempre de justicia, igualdad y libertad. Por ahí habría de empezarse, por la revolución de eliminar innecesarios, de cambios de las mismas caras e ideas (¿), con frecuencia fosilizadas. El cambio es urgente, con principios rupturistas frente a la situación.

Colas vergonzosas del hambre, mitigadas en parte por la solidaridad ciudadana. Colas ante la imposibilidad de seguir un tratamiento médico por no poder pagar los fármacos. Colas de ayuda en centros de enseñanza para que algunos alumnos puedan pagar las tasas y seguir estudiando. Colas de quienes buscan trabajo para no caer en la desesperanza, ante la permisividad laboral que cuestiona parte de los derechos humanos. Colas de subidas de impuestos que posiblemente generen la subida del costo de la vida, debilitando notablemente a la ya escasa clase media, eje en buena medida de un equilibrado tejido social. Colas, colos, coles… ¿Tiene género el desencanto?

No busque el partido que ampara al personaje adormilado causas exógenas al batacazo madrileño. No caiga en la tentación de purgas y exclusiones. El mal está dentro. Examinen. Y, aunque no extrapolable, tenga en cuenta los muchos perfiles de bajuras y sometimientos que abundan en su geografía política. Ideas, acción reflexiva, humildad. El ejercicio de la soberbia nunca ha sido un buen método.

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