Diario de León

Alfonso García

Cortezas contra el covid

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El intento de protección contra enfermedades y pandemias a lo largo de la historia ha recurrido a todos los medios para frenarlas, bien con recetas estrictamente científicas o con pócimas tradicionales, aplicación esta última más extendida de lo que pensamos en cualquiera de las geografías del ancho mundo. Como no tengo capacidad de juicio en este y otros muchos asuntos, me quedaré en la anécdota, que también tiene su propia miga. Para mojar en la salsa.

Mongomo, ciudad continental de Guinea Ecuatorial fronteriza con Gabón, que nació como puesto militar en la época en que Guinea era colonia española. Otra forma de nacimiento de las ciudades, que a nosotros precisamente no puede extrañarnos, que tenemos parecido origen. Un amplio territorio de los fang, en cuya lengua, del mismo nombre, se expresan, compartiéndola con el español en el caso de Guinea.

En el país africano el índice de mortalidad por el Covid ha sido muy bajo. Además de las correspondientes medidas sanitarias, algunos achacan la circunstancia a la toma de un combinado natural. Un amigo me aseguró con firmeza en esta ciudad que estuvo muy fastidiado, pero que muy, y que después de aplicarse la receta —seis vasos medios en un día—, quedó totalmente nuevo, restablecido.

La composición tiene como ingredientes principales las cortezas de dos árboles —ekug y nfono, en fang—, que no sé cómo se llaman en español, que no sé identificar de ninguna manera, por supuesto, y que seguramente no se den en la nomenclatura arbórea de nuestras geografías. Se añade papaya que esté verde y limón cortado. Cocido todo en una olla, una cazuela con agua, el líquido resultante, bebido, parece tener semejantes poderes.

Hace unos años en la capital ecuatoguineana, Malabo, en la isla de Bioko, alguien decía haber leído que el gintonic venía muy bien para la prevención de la malaria, por lo de la quinina. Había en la ciudad entonces un bar, regentado por una guineana regresada de Madrid, donde una docena de españoles, generalmente de paso o cortas estancias, se reunían al atardecer en busca de la ansiada medicina. Un verdadero bar-farmacia, como alguno lo bautizó, especializado en la prevención de la malaria. Se imaginan el medicamento, claro. Lo que no se sabe era la cantidad necesaria que se barajaba. Se supone que cotizaba al alza. A saber los efectos.

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