Diario de León

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«A los que corren en el laberinto su misma velocidad los confunde». La idea, de excelente realismo y plasticidad, es de Séneca. Al pensar en ella, pienso en algunos políticos, en dos populares ahora, impopulares mejor porque perdieron las alcaldías en las últimas elecciones por su mala o nula gestión. Pero el dedo del partido es largo y generoso. Y siguen en el invento del sueldo atizando a todo lo que se mueve que no sea de los suyos. Culpando. Culpando lo que ellos no hicieron. Cómo cambian las cosas. Se supone que por no caer en el olvido y hacer méritos para la próxima, aunque me cuentan que ya les han advertido de las dificultades. Dificultades, a no ser éticas, tienen algunos próceres socialistas cuyo pago es el acomodo a uno de esos cargos que van inflando las estructuras administrativas hasta hacer insostenible la situación. Pienso en uno, por ejemplo, que, con su sueldo de escándalo, podría cubrir el de varios médicos o profesores. Y sin preparación específica para dirigir lo que dirige. Como esas dietas cobradas por los padres de la patria, sin desplazamientos, que es necesario regular, más en tiempos difíciles si cabe. Las dificultades las afronta el pueblo, nunca ellos. Cuando se entra en los ámbitos de la política hay que comprar el billete de vuelta. No hay espirales crecientes que resistan.

Casta lo llamaban otros, los del lenguaje inclusivo, tantas veces disparatado con sus contradicciones, a los que, al parecer, la moqueta les está cambiando el paso y empiezan a descubrir que no es necesario engrasar algunas puertas —basta carné y obediencia—, que ciertas fidelidades se pagan con colocaciones de pólvoras ajenas, que predicar y dar trigo no son sinónimos, que la vocación por ocupar un espacio tiene sus riesgos… Solo hace falta recurrir a la historia, a la muy reciente incluso, penalizada en su caso porque el fervor utópico se desvanece ante la pela y el relumbrón. Pura casta.

En estos momentos de tantas dificultades con la pobreza como hecho real, ellos, los intocables, inflan cargos, entidades, fundaciones, chiringuitos, asociaciones… con premeditación y alevosía, y siempre quedan a salvo.

Hasta tienen la suerte de encontrarse con una sociedad adormecida, quizá harta e indefensa, que espera y traga ya demasiado. Someter a la pasividad y el silencio, al conformismo y la resignación, tan acentuados, es otra forma de corrupción, ética en ese caso. No corren buenos tiempos para tales postulados. Desde hace mucho.

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