Diario de León

Alfonso García

Los dioses del asfalto

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Somos de los pocos seres que pueblan el ancho mundo que tropiezan dos veces en la misma piedra. En parte, sin duda, por ciertos ribetes de soberbia que nos hacen creer –o aparentar- que somos imprescindibles. Entre los muchos errores que tal actitud provoca es la tentación de volver a la escena del crimen. Entiéndase, por favor, el valor de la frase en este contexto, en el que seguramente vale más una retirada a tiempo que una derrota, difícil ejercicio poco o nada practicado por quienes, por ejemplo, y con procesos camaleónicos en sus itinerarios, pretenden vivir siempre, o el mayor tiempo posible, de la política. El mayor y mejor nicho de trabajo. A las caras me remito.

Tiene su gracia y el común se divierte con estas salidas de pata de banco de estos diosecillos del asfalto, que prácticamente todo se lo deben a los vientos favorables dentro del partido. Remar a favor, intentar mostrar presencia permanente cuando se dibujan nubarrones en el horizonte. La partitocracia tiene estos deslices, que con frecuencia premia a los protagonistas de batacazos sonados. El caso es mantenerlos a toda costa, de forma irracional en no pocos casos, en una primera línea, donde seguramente se notan más sus debilidades. Y es que la oposición es dura y difícil porque no todo consiste en criticar, que seguramente también, sino en proponer y racionalizar alternativas.

Es lógico, en cierta medida, que quienes hayan estado amparados en el poder lo pierdan o puedan perder. Forma parte del sano juego democrático. En este caso pensar que detrás de ellos, el caos, no deja de ser una apreciación desdibujada al menos. Lo que ocurre es que tales circunstancias o debilitan la memoria o fortalecen cierta ira que nace de la pérdida. Las reacciones humanas son imprevisibles y difícilmente miden las distancias: apenas si se respetan los días de cortesía, se exigen con virulencia actuaciones sobre las que ellos habían pasado al menos de puntillas o simplemente enunciado, vocean las carencias que también tuvieron, convocan comparecencias de las que en su momento huían, pregonan la transparencia que no tuvieron, acrecientan hasta la hipérbole los méritos que no hicieron… Miren a su alrededor y los reconocerán. No habrá sido tan excelsa su labor cuando las urnas los bajó de las alturas, aunque aún no puedan creérselo. Los dioses del asfalto son con frecuencia de una ingenuidad que enternece.

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