Diario de León

Alfonso García

Espíritu navideño

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Sin venir mucho a cuento, seguramente desviando atenciones y miradas sobre lo que realmente importa, he oído en estos días navideños alargados y empalmados a otras convocatorias consumistas a algunos representantes de la política de esta España carpetovetónica aludir al «espíritu navideño». Con gran cinismo, eso sí, como si tal espíritu indefinido e impostado fuese el remedio de todos los males. Como si tal cosa. Pudo dulzor con nieve artificial que golpea publicidades desde agosto o septiembre, que algunos pretenden identificar vida con compra. Consumid, malditos, parecen decir, con una sonrisa de oreja a oreja, como exige el guión de las irreverencias a las que parecen aludir tales sujetos. Y el resto del año, a joderse toca, en expresión ya acuñada en el arco parlamentario, donde todas las tonterías parecen tener cabida. Y las desviaciones sobre asuntos que no interesan.

Desvirtuado en parte de su esencia, uno pregunta a los recomendadores mayores del reino por saber en qué consiste, según ellos -cualquier generalización es injusta-, ese «espíritu navideño». ¿Será –me pregunto con ingenuidad- la utilización en los teóricamente ejemplares foros políticos de un lenguaje torpe, barriobajero, reventón y dinamitero? Dice en su reciente Chispas Manuel Rivas: «Dente lupus, cornu taurus petit. El lobo ataca con su diente, el toro con su cuerpo. Cada uno ataca con lo que tiene, ¿a que sí?». Y ahí está el lenguaje como muestra del insulto, sin duda un síntoma de debilidad, sin olvidar que los flirteos del nazismo por el lenguaje iniciaron su andadura. ¿Será acaso la hipocresía corrosiva que tanto abunda? ¿O las fruslerías en que se enredan como esenciales mientras crecen los síntomas del desamparo de tantos débiles y desprotegidos como viven a la intemperie de la impotencia? ¿Puede ser ese empeño, silencioso pero real, de elevar la mentira a categoría ética?

Se podría alargar el número de preguntas en busca de respuestas que espera una buena parte de la ciudadanía, preocupada por el deterioro alarmante del debate público y el intento de reducir el foro/los foros a exabruptos apocalípticos y otras menudencias incendiarias. Al grano, amigo Sancho, para no convertir la estructura sociopolítica en una farsa y no deteriorar más la calidad democrática. ¿O será verdad, según la sabiduría popular del refranero, que consejos vendo que para mí no tengo?

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