Diario de León

Alfonso García

Entre la historia y la memoria

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«Pese a todo esto, a día de hoy, demasiados cadáveres siguen en las cunetas. Más de ocho décadas después de los hechos». Así acaba la única entrada leonesa del centenar que contiene el libro La guerra civil española en 100 objetos, imágenes y lugares, que firman varios autores, con Antonio Cazorla y Adrian Schubert como editores: «Fosa de Priaranza, 2000, León», en la tercera parte de la publicación, «La democracia». El libro, leemos, «relata, a partir de 100 objetos, imágenes y lugares, algunas de las infinitas historias de la guerra civil española y su legado histórico. Pretende de este modo contar nuestra guerra de otra manera —sencilla, amena y humana a la vez—, una que nos acerque tanto a las experiencias traumáticas de nuestros antepasados como a nuestra relación diaria con su tiempo. Se trata de un libro riguroso para leer a ritmo propio; para descubrir, sorprenderse y pensar; para comentar con los amigos; y hasta para identificar en el presente cosas del pasado a las que no habíamos prestado atención».

A pesar del aún notable déficit de conocimiento de nuestra historia reciente, disputas aparte, la razón esencial de acercar a estas Hojas el libro al que nos referimos, de interés extraordinario en sí, no es más que el fundamental enunciado al final del entrecomillado del párrafo anterior. Con frecuencia no valoramos suficientemente los objetos, documentos, fotografías, anotaciones, cuadernillos… que tenemos ante nosotros o pertenecen a la herencia de nuestros antepasados o son de nuestra propiedad. Incluso en épocas de bonanza económica con acomodo y reformas de viviendas de tradición familiar no pocos de esos materiales aludidos, y otros muchos posibles —herramientas, juguetes, devocionarios, menaje…— fueron a la basura sin apenas contemplaciones ni valoraciones, produciendo algunas lamentaciones posteriores. «Sí, en mi casa había…». La humildad de no pocas de esas referencias sirve, sin embargo, para la reconstrucción de la historia. Nuestra memoria, individual y colectiva, vertebra los pilares de ese proceso imparable y silencioso del que formamos parte minúscula junto con los elementos de nuestro entorno. Así se escribe o debe escribirse, porque la historia permanece siempre abierta y cualquier detalle puede servir para entenderla mejor. O para explicárnosla a nosotros mismos.

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