Diario de León

Alfonso García

La libreta del Economato

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La memoria es también la memoria de las cosas, que encierran muchas memorias individuales. Provocar la propia significa, según X. Bello, «dialogar con quienes fuimos». En ese diálogo ando ahora enredado, a sabiendas, según E. Canetti, de que «la infancia se torna más plena conforme envejecemos, y no es cosa vana tomarle la medida a nuestros primeros años».

La Libreta del Economato, tan familiar, modeló una manera de vida y de consumo. Tenía ganas de conseguir una. Pero… «Creo que hay una por casa. A ver si la encuentro». «Mi abuela tenía una. Cuenta con ella». Etc. Nadie la encontró, nadie me permitió contar con una. Algo parecido con los misales, compañeros inseparables de los velos femeninos, tantas veces colocados en los apoyabrazos de los reclinatorios con iniciales de chinchetas doradas (Me han prometido uno. A ver). Algún día les contaré la curiosa historia de la llegada no de uno, sino de cuatro misales a mis manos. No pocas recuperaciones provocan el fervor de la memoria.

Lo cierto es que tengo una libreta del Economato de la S. A. Hullera Vasco-Leonesa, en el que tantas vueltas di con el carretillo para llevar a casa los artículos del primer día del mes que nos correspondía, según la distribución por fechas para cada uno de los grupos. En formato vertical y característico color azul, además del nombre de la empresa y su logotipo, figuran el número de orden, el grupo de pertenencia y el titular. La titular en este caso, que, al fallecer hace años, y teniendo que desocupar su casa recientemente, Elena la liberó de su condena al olvido eterno. Siempre pendiente. Escrita a mano, la fecha, reciente para mis recuerdos: 17-10-73. Libreta clásica, antes de que llegasen, años más tarde, las plastificadas. Ahora me falta otra cartilla, la de la Viuda, que allí, y en aquellos tiempos anteriores a la fecha, todo se apuntaba para liquidar el día del pago.

El mecanismo, convertido en rito —sobre todo las horas de las patatas— era sencillo: un empleado apuntaba la cantidad y el precio de los veinticinco artículos propuestos, o parte —impresos—, y algunos otros para los que había espacios reservados en la página. Otro despachaba, en aquellos tiempos con medidas y pesos, y a casa. El resto del mes seguía abierto para las necesidades del momento, creo que también para el entretenimiento. Sin excesos. La nómina —el libramiento— tenía el concepto Economato como descuento. Los números rojos siempre podían ser un peligro.

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