Diario de León

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Una de las acepciones de la palabra ha caído en desuso: “Hombre que servía en el ejército llevando las mochilas”. Otra, seguramente más común y conocida, con algún matiz o ajuste, alude a la “persona que viaja a pie con mochila”. Me refiero ahora, sin embargo, a los estudiantes que van al colegio o instituto cargados con mochilas enormemente pesadas, de ocho a diez kilos  entre los estudiantes de los últimos cursos de ESO y Bachillerato. Una barbaridad.

Siento en estos momentos no poca complicidad con esta generación marcada, en época de pandemia especialmente, aunque no solo, con la alternancia de la enseñanza presencial y la conectada a una red, y las enormes dificultades que estas exigencias conllevan. Los alumnos más responsables, buena parte, sin duda, no tienen horarios, ni fines de semana, ni puentes… si quieren atender la avalancha de obligaciones que las circunstancias imponen. De ahí que me molesten especialmente las críticas genéricas a la juventud, que lo tiene muy difícil y vislumbra demasiados nubarrones y dificultades de cara al futuro, a pesar de conformar un bloque generacional que, en su conjunto, es uno de los mejor preparados de la historia de España. Sin olvidar, por supuesto, que todas las generaciones tenemos, además de las virtudes correspondientes, nuestros propios demonios, también generacionales. Uno piensa humildemente que a esta generación de la que hablamos se le están restringiendo buena parte de expectativas y de intensidad de vida acorde a su edad.

Evidentemente, y en este contexto, es necesaria una reforma educativa de notable alcance. Creo que solo sería efectiva con un amplio consenso, en contra de esa manía nacional de prevalencia de lo político sobre lo educativo. La sucesiva aprobación de leyes en la etapa democrática no ha hecho más que añadir desconcierto al desconcierto y la voluntad de eliminarla en el momento que los otros lleguen al poder. Alumnos y profesores se ven vapuleados por el capricho de turno, precisamente ellos, actores principales alejados de consultas y decisiones. Una reforma moderna y actualizada, también en métodos y contenidos, algunos obsoletos, creo, e innecesarios, pensados para estos tiempos, claramente ordenados, racionalizados, progresivos, que valoren la capacidad crítica, de análisis y entendimientos. De lo contrario, muchos seguirán pensando que en la mochila llevan el peso del mundo y del futuro, sin verlo claro, quizá sin comprenderlo.

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