Diario de León

Alfonso García

Negocio leonés del azabache

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«La ciudad es bellísima, y muy grande, y con un buen mercado. Las minas de azabache (gayet) están bastante cerca, y ganan mucho dinero con los rosarios y los santiagos que se hacen allí, y la mayor parte de los que compran los peregrinos de Santiago se hacen allí». El texto, que se refiere a León —«una ciudad profundamente jacobea»—, está escrito en el Primer viaje de Felipe el Hermoso a España (1501), del belga Antoine de Lalaing. Lo reproducen José C. Vales y Olga García Arrabal en Mirabilia, un hermoso compendio de maravillas y asombros del Camino de Santiago. Lo traemos aquí, a estas hojas, como curiosidad, con las correspondientes anotaciones de los autores. El lector sacará sus propias conclusiones, además de la opinión respecto a una de las riquezas más notables generadas en estas tierras.

Ya San Isidoro habla de estas piedras preciosas –«de color negro, plana, suave y arde si se la arrima al fuego»- en el capítulo XVI de las Etimologías. Lo que, al parecer, nadie ha descifrado hasta el momento es qué vinculación tienen con el Camino de Santiago, en cuyo trazado León se considera «una localidad profundamente jacobea». Lo que sí es cierto es, según dicen, que «los peregrinos (muchos de ellos, llegando a León, subían a Oviedo, donde había reliquias importantísimas) encontraban el azabache en los caminos, y llevaban esas piedras preciosas a los azabacheros para que tallaran una figa (un puño cerrado con el pulgar entre los dedos índice y corazón, del alemán fig-hand), que les servirían como amuleto (contra el aojamiento, principalmente). A mediados del siglo XVII, el padre Nieremberg decía que la figa era una superstición, «idólatra y abominable»; ahora bien, el azabache sí resultaba útil. Con todo, aunque las primeras tallas representaban a Santiago Apóstol, y veneras, la industria más importante, famosa y lucrativa fue la de rosarios, collares, pinjantes, ceñidores y otros abalorios, que se da a partir del siglo XV. De esta fructífera labor nacieron los poderosísimos gremios de azabacheros (a veces unidos a los plateros), que velaban por el buen nombre de los artesanos y no permitían el uso de piedras de mala calidad».

El gremio leonés de azabacheros era, después del de Santiago, el más importante del Camino. En una de las calles más antiguas de la ciudad, Azabacherías, se asentó uno de los negocios más boyantes de la historia leonesa. Quién lo diría.

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