Diario de León

Alfonso García

Las patas de la mesa

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«Por la mañana el rocío, a mediodía el calor, por la tarde los mosquitos…, no nos dejan hacer labor». Así suavizaba un profesor nuestra falta de trabajo en clase, que, si era a primera hora de la tarde y con calor, rociaba el aire con agua para evitar la modorra. Recuerdo a aquel santo varón al pensar en esa entelequia contradictoria que llaman Mesa por León, llámese de la foto y salgo corriendo. Ya empiezan las disculpas de las convocatorias, las acusaciones de opacidad, las necesidades de replanteo, la permanente tentación de amordazar a esta provincia del etcétera, tantos que despejan el camino de su extinción. Lean el informe que Compromís presenta a las principales instituciones nacionales. Esta mesa, con minúscula, si no se corrige, pasará a formar parte del circo y el disparate.

A quién se le ocurre meter al zorro en el gallinero. Las mismas siglas que dejaron y dejan caer a la provincia, a pesar de las acusaciones cruzadas. Los mismos que, salvo honrosas excepciones, predican sobre los huevos azules de gallina o los átomos miedosos, o veneran al santo patrón con plagios decimonónicos o se convierten en jurado del juego de la rana o…, con poca sensibilidad y conocimiento sobre los desequilibrios presupuestarios de unos y otros estamentos, a pesar de quienes intentan apagar tantos fuegos y convencer a la ciudadanía de tantas excelencias que no cuelan. El ciudadano es más listo de lo que ellos piensan, si es que piensan con claves objetivas, pero parece importarles poco el pensamiento de los otros. ¿Qué interés real por la capitalidad de la ciberseguridad? ¿Y por el corredor atlántico, con informes de corta y pega, de puro parvulario? Estos y otros asuntos, al margen de la deriva que tomen con su propio desenlace, les importa un bledo. O un pedo, que, además de rimar, huele mal.

Falta continuidad, operatividad y eficacia en esta mesa. No camina porque, al parecer, no interesa que camine. Es simple fórmula para distraer la atención. Cortina de humo. Tengo esa impresión, apoyada en los hechos, y ojalá me confunda. La realidad del momento no me permite ser optimista. Todo lo contrario: me intranquiliza la degradación de la política, con actores que piensan obstinadamente que los ciudadanos están al servicio caprichoso de los políticos. Me intranquiliza el mundo al revés. Como una mesa sin patas que acaba en el suelo. El paradigma de la impotencia, el sometimiento, la vacuidad. Sí o no, nunca todo lo contrario. ¿A qué esperan?

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