Diario de León

Alfonso García

Realismo mágico rural

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El término, o el concepto no es mío. Es de un escritor y profesor leonés, de Cimanes del Tejar y residente en Gijón, que además lo define o representa muy bien en su novela coral Incursión y muerte del demonio meridiano, que acaba de publicar Eolas, aunque las circunstancias prácticamente no hayan permitido que se coloque en los escaparates. Una magnífica novela de Francisco Álvarez Velasco, que, para ser precisos, habla de “ruralismo mágico”. La he leído durante estos días de reclusión necesaria –cuánto ayuda la lectura ahora y siempre- y me ha provocado una reflexión paralela. Seguramente la reflexión está siendo otro de los óxidos lijados y engrasados, que es necesario sacar punta positiva a situaciones complicadas.

No intuyo ni siquiera hasta dónde, pero parece seguro que el virus cambiará muchas cosas en/de nuestras vidas. Y si no fuera así, pésima lección y mal asunto.

Cierra la novela Álvarez Velasco con estas palabras: “Si nadie recuerda su nombre, los pueblos que murieron para siempre son polvo, sombra, nada”. Así se explica la voluntad y el esfuerzo de muchos escritores y ciudadanos de a pie por mantener viva la llama del nombre y, como consecuencia, su pervivencia, debilitada porque las zonas rurales son las grandes olvidadas ya que los legisladores son generalmente de sensibilidad y procedencia urbanita. No es que este tipo de narraciones marquen tendencia, o al menos tendencia sustantiva, pero, además de ser testimonio, admiten un interés creciente, teniendo en cuenta, por otra parte, que la generación de estos escritores puede ser el último enlace con esta realidad. La inclusión de elementos fantásticos en la narración es una manea de profundizar en la realidad a través de lo mágico. Lo extraordinario, en definitiva, presentado como si formase parte de lo cotidiano.

Tengo la impresión de que a lo mágico se llega también a través del miedo. Fervorosos como somos de las estadísticas, en estos días de pandemia observada desde balcones y ventanas las preferencias de vivienda –la especulación nunca cesa, caballeros- están marcando tres líneas. Lo que oigo: chalets con parcela, pisos con amplia terraza y recuperación/compra de casa en los pueblos. Pareciera, al menos en algunos de los casos, que el contacto con la naturaleza y la teórica sencillez de vida fueran realidades lejanas y ahora en el punto de mira. Hasta es fácil que la arquitectura cambie de rumbo. A saber.

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