Diario de León

Alfonso García

El síndrome de la pegatina

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Cuando el parque automovilístico de la carretera patria identificaba el origen de los coches (LE-…) y, sobre todo, cuando la nueva normativa matriculadora lo enterró en el olvido sustituyéndolo por otros indicadores más modernos y europeos, o eso dicen, los dueños de los vehículos se aficionaron a la pegatina. Eran, en general, tiempos de vacas que empezaban a engordar y orgullos localistas y comarcanos subidos de tono y de amores inflamados. No había pueblo, comarca o región que se preciara sin su propia pegatina en cualquiera de las partes traseras de vehículos, motocicletas, bicicletas incluso, inundando unos y otras de colorín y de frases redondas y, por lo general, rimadas. Sería un buen ejercicio de recuperación histórica y sociológica una exposición con este material, al margen de su dimensión hiperbólica y redobles de tambor.

La provincia como tal tuvo también las suyas, aunque desde la distancia uno cree que la de más fortuna y recorrido fue la de ‘León, la bella desconocida’, que empezó a difuminarse con la rima fácil con porrón, con intermedios detenidos en belleza, truchas y otras lindezas manoseadas. Al margen de las focalizadas en monumentos, paisajes, ríos y demás referencias consideradas distintivas o con gancho, frontera de límites difusos. Lo cierto es que el ardor en ambos casos ha perdido fuelle, desconozco por qué, aunque se intuye que las razones sentimentales hayan primado sobre los efectos pretendidos.

La capital anda detrás de una nueva marca, que la nomenclatura cambia con los tiempos, contundente, diferencial, marca “paraguas” que englobe, con 50 820 euros del ala, que ojalá no se convierta en galimatías. Sabido es que, en los últimos tiempos, algunos alcaldes buscaron con ahínco una marca, como si fuese el Grial o la madre de todas las pérdidas y batallas, algunas desafortunadas, vacías, de certezas limitadas, fofas. ‘¡Vamos, León!’, ‘Ciudad de Semana Santa’, ‘Manjar de Reyes’, ‘Cuna del Parlamentarismo’,… Una ciudad de marcas y pegatinas sin potenciar, que ahí está el meollo del asunto, nominales solo. Subrayo que hace unos días un magnífico reportaje publicado en este periódico ponía el acento en la máxima atracción turística que hoy tiene la ciudad: Gaudí, en un museo ejemplar lleno de proyectos atractivos. Un altísimo porcentaje, contrastado, del turismo que llega a Barcelona lo hace por el genial arquitecto. Si nuestro paraguas no lo cubre quizá se moje en la soledad del banco.

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