Diario de León

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La idealización de que esta crisis nos haría mejores duró el tiempo que tardaron las centrales de propaganda en entender que se les discutía el monopolio del relato. El Relato —con mayúsculas, como si fuera un personaje alegórico— ha convertido la gestión del confinamiento en un lodazal por el que se arrastran los partidos políticos y las administraciones públicas con el empeño de alcanzar la meta en primer lugar para poder balacear al resto. Da igual ya la coordinación de los esfuerzos, que pisotean para mear un poco por encima de las otras instituciones con compras indiscriminadas en las que la única ganancia la obtienen los estraperlistas que ven un negocio en el miedo y una ventaja competitiva en el caos. No importa nada la unidad de acción, que reclaman como arma arrojadiza, cuando tan sólo supone un eufemismo en el que esconden que su interés está en la subordinación incondicional, en la sumisión absoluta dentro de una cadena que tiene que ver más con la jerarquía militar que con el funcionamiento democrático. Se acabó la lealtad, pasada por el colador del relativismo para que posibilite que la validez y el alcance de las medidas sólo dependa de quién las defienda; sólo sea una ocasión para reivindicar el logro como propio o para zancadillear al que no comparte las siglas; sólo sirva para afirmar una trinchera ideológica desde la que la derecha autonómica critica lo que hace el Gobierno en Madrid y la izquierda lo defienda, pese a que la Junta hace lo mismo aquí y la oposición la ataca por ello, como se ve con la centralización en Valladolid del material recogido para luego repartirlo a las provincias. Se acabó desde hace días la honestidad de anteponer la lucha contra la pandemia sin importar los réditos electorales que se quieren sacar cuando todo esto empiece a acabarse; cuando haya que gestionar la ruina que avanzan las cifras de empleo; cuando se tengan que enfrentar a las mentiras que quieren arrastrar para que tapen unos errores que en unos casos se deben a la soberbia, pero que en otros surgen como respuesta a la inercia exponencial de un virus que reformula el criterio de los expertos cada día.

Habrá tiempo para que todos presten cuentas, aunque siempre haya quien prefiera parapetarse en el sesgo para identificar sus fobias y filias políticas: los suyos lo hubieran hecho mejor. Pero hasta entonces, apaguen el altavoz y trabajen en silencio. Ahórrennos la infamia.

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