Diario de León

Creado:

Actualizado:

Los arqueólogos del presente encontrarán pruebas de cargo en los elementos metálicos y lonas serigrafiadas que hallen en las inmediaciones de los monumentos. Cuando examinen los restos para analizar las construcciones que dieron sustento a esta civilización del segundo milenio, los estudiosos deberán salvar la trampa levantada como si fuera un frontispicio delante de las fachadas e, incluso, adosada a ellas. No podrán dejarse engañar, si quieren ser fieles a la historia. Para no caer en el trampantojo sus investigaciones deberán empezar por apartar ese aparatoso obstáculo que, sin disimulo, con una arrogancia insultante, publicita delante de una muralla con veinte siglos, un monasterio de la época del Císter o un palacio renacentista su monserga con letras a cuerpo desorbitado: «Aquí invierte la Junta de Castilla y León» o sus variantes del «Programa de Conservación del Patrimonio» con el logo amarillo del Gobierno de España y la UE. Sólo les falta que aparezca el legionario de guardia y, como en la escena de La Vida de Brian , les haga escribir 100 veces sobre el muro la declinación perfecta en latín de la pintada contra el imperio dominante: «Romani ite domum».

La suplantación no sólo patrimonializa los monumentos, con el riesgo de que los arqueólogos le terminen por atribuir en el siguiente milenio la autoría de la muralla a Mañueco o a Sánchez, que tienen la misma importancia en su conservación que Almanzor, sino que siembra el espacio público de chatarra y plástico para competir en la exhibición de una vanidad tonta en obras menores. Los carteles intentan embutir en el inconsciente ciudadano la deuda de agradecimiento con las administraciones, pero sobre todo con quienes las dirigen, cuando la inversión la costea en realidad el contribuyente. En ocasiones se vuelve contra sus promotores. Hay rótulos que envejecen con la falta de la promesa, como el levantado sobre las ruinas de las antiguas escuelas de Villablino sobre las que se iba a construir el Parador, o el del Palacio de Congresos, desleído por el sol y los incumplimientos 11 años después. En un pueblo de Los Oteros, el absurdo llegó a tener que colocar un cartel para que la Junta pagara la subvención concedida para quitar unas uralitas. Iban a tirar la casa, que estaba en ruinas.

Aquí no invierte la Junta, ni el Gobierno, sería más apropiado. Íbamos a sembrar la provincia de carteles.

tracking