Diario de León

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Mientras se debate sobre si mamá nos manda a las ocho de la tarde para casa, pero papá nos deja hasta las 10, como si fuéramos adolescentes que necesitan tutor para encauzar las decisiones que deberían salir de uno mismo, la segunda evaluación entra con deberes de matemáticas. La revisión de las tareas actualiza los típicos problemas que nos invitaban a desentrañar en qué punto kilométrico de la vía se encontrarían dos trenes que salían en direcciones opuestas, a la misma hora, pero con velocidades distintas. No es que haya perdido importancia la problemática de los choques ferroviarios, más si cabe en León, donde el anterior Gobierno nos dejó sólo con el accidente de la vía única del AVE y el vigente nos la va a perpetuar tras eliminar las partidas presupuestarias dispuestas para poner otra. Pero la actualidad manda. Ahora, a los chavales se les encomendará calcular cuánto va a tardar la Junta en vacunar a la población de 456.439 habitantes de la provincia leonesa a razón de 70 personas diarias, como el sábado de la pasada semana. No se molesten, que ya lo hice yo: 17,8 años, siempre y cuando se cumpla de lunes a domingo y no se descansen los festivos; 2 años, en el mejor de los pronósticos, si tenemos en cuenta que en los primeros 15 días se había llegado a 9.360 vecinos, aunque tan sólo con la primera dosis.

El problema de la vacuna resume la gestión de una crisis sanitaria en la que los actores políticos han convertido el escenario en una pelea de gallos entre raperos demasiado mayores para medirse el tamaño. Después de apenas nueve meses para tener la solución más efectiva a los contagios, tras una colaboración mundial que encumbra a la ciencia, la inmunización encalla en el dique de la falta de lealtad y coordinación institucional. El plan se improvisa con la disculpa un día de que hay que guardar un porcentaje de viales para la segunda dosis y al siguiente se admite que se acelerará porque existen garantías de que llegarán muchas más en apenas semanas. Detrás se esconde la escasez de personal, aunque se desliza que hay reticencias por parte de los funcionarios y se allana el camino para privatizar la gestión del servicio, a la vez que se rechaza el ofrecimiento de veterinarios y Ejército de participar en la campaña. La ecuación se llena de esta forma de incógnitas imposibles de despejar. Estamos mejor en casa. Pero primero ellos.

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