Diario de León

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En la trastienda del PSOE de León, donde dejó Zapatero los cadáveres al fresco mientras se abría paso camino de la secretaría federal, le han preparado a José Antonio Diez un congreso como los de antes. Nada personal, sólo negocios, como otras veces. Al hilo de una tradición que cimenta líderes sobre traiciones depuradas, como en la que participó el propio Diez para hacerse con la herencia de Francisco Fernández, el aparato socialista patrocina la trama con la cortada de la militancia. Los afiliados, que de manera taimada han amanecido en tropel a las puertas de la agrupación local para mudar los derechos de participación orgánica que tenían en sus pueblos, sin que en algunos casos acrediten residencia, ni siquiera lugar de trabajo en la capital, forman el ejército alistado por el secretario provincial, Javier Alfonso Cendón, para demostrar al alcalde que nadie se puede poner por encima de las siglas, aunque se les caigan.

El dopaje del censo para vestir la decisión como fruto de la militancia —un concepto que en la publicidad política llaman hacer partido desde abajo— enfrenta a Diez a un plebiscito interno por su deriva leonesista de los últimos dos años y medio. Su reclamación de la autonomía leonesa no ha ido más allá del escaparate, ni lo pretendía, como demostró su capitulación en el congreso provincial. Entonces, humilló la testa y se limitó a una pequeña intervención en la que aludió al debate con el eufemismo del «respeto para expresar los sentimientos», pero evitó capitalizar el movimiento del resto de alcaldes y concejales que habían votado la moción para reclamar la salida de la comunidad. Quedaba claro que no iba a pasar de ahí. Como consecuencia, contaba con que Cendón le dejara la misma libertad de movimientos en la agrupación local y el camino libre para continuar con su política de leonesismo moranista, de verso suelto, de candidato a la Alcaldía de la capital desde la que sumar a la bolsa de la Diputación, pese a que perdieran otros. Nadie le iba a cuestionar con esos votos que ya soñaba convertir en una mayoría absoluta. Le nubló la soberbia de nuevo. La misma con la que esta semana, incendiado por sus augures, retó al partido y tomó el nombre de Ferraz en vano con una filtración deformada. No contó con la tradición del PSOE de León y sus congresos de antes. Se olvidó de aquellos cadáveres de la trastienda. El miércoles intentará no convertirse en uno de ellos.

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