Diario de León

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Cuando creíamos que el último arrebato de rebeldía lo despachaba con quitarse las gafas, Fernández Mañueco ha optado de pronto por domiciliar la Junta en Barrio Sésamo para justificar el adelanto del toque de queda. Con la inestimable colaboración del compañero Igea, el presidente autonómico ha reinterpretado el capítulo en el que Epi y Blas explicaban a los guajes de los 80 los conceptos de dentro y fuera; en este caso, dentro y fuera de la Constitución. Ahora, estamos dentro porque hay que salvar vidas, simplifican en su esquema de razonamiento tramposo que esconde la vulneración de un derecho fundamental sin garantías jurídicas. En diciembre, estábamos fuera, después de haber flexibilizado las medidas que se adoptaron para la Operación Salvar la Navidad. Con el simple aleteo del compás de la puerta, el sainete exhibe la fórmula para meter en casa a los ciudadanos a las ocho de la tarde, dos horas antes de lo que permite el real decreto del estado de alarma, pero se deja fuera el ordenamiento jurídico para entrar y salir a su antojo con el desafío de que seguirá «tomando medidas para proteger la vida y la salud de las personas». Si quiere, por no salir del esquema populista, que empiece por atender las reclamaciones de los sanitarios; ampliar las UCI; reabrir los consultorios rurales que permanecen trancados; cubrir las vacantes de pediatría que dejan a miles de menores en el limbo; activar las oposiciones para que a medio plazo no quede desasistido el sistema por la avalancha de jubilaciones de médicos; y acelerar el plan de vacunación cuando lo permitan las nuevas remesas.

El reto a la legalidad, que en el fondo esconde su uso político ruin, aprovecha la inacción del Gobierno de Sánchez el egipcio, siempre de perfil, y deja un recado peligroso: la existencia de unos servicios jurídicos que retuercen el argumento expositivo para hacer prevalecer sus intenciones por el principio de eligite ex foliis radicula (coger el rábano por las hojas) —a ver si se piensan que los demás no podemos inventarnos latinajos—. Si son capaces de hacerlo contra otra administración, qué nos espera a los ciudadanos. Vamos a ver cómo acaba el capítulo en el Tribunal Supremo. En el original, Blas, al final, extrañado de que no vuelva a entrar su amigo, se levanta del sillón y sale; mientras, Epi accede por la puerta de atrás y se queda con el sitio de su compañero. Con enseñanzas como esta se educó más de una generación.

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