Diario de León

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Los esfuerzos de los quirománticos de la política, que se inventan el futuro sobre las rayas que deja la despoblación en la palma de la mano de la provincia, no contaban con una metáfora que sintetizara de una manera tan precisa el porvenir de esta tierra. Ni los lingüistas más avezados de los despachos del poder, en los que se adoban los mensajes para que a la ruina de las cuencas mineras se la ensalce con capitulares como Transición Justa o a las migajas del presupuesto se las conozca como Fondo de Resiliencia, podrían haber previsto un atajo semántico para vestir el agujero que se les abrió esta semana en Quintana del Marco. A ver cómo explican que en esta localidad, el pragmatismo del gobierno municipal apueste por convertir las antiguas escuelas del pueblo, donde las aulas se trancaron hace cinco años por la falta de niños, en un tanatorio: una genialidad táctica que, detrás de la máxima popular que defiende que donde una puerta se cierra, otra se abre, exhibe la lectura más realista sobre las proyecciones demográficas que se avecinan. Hay más probabilidades de que se mueran los vecinos de que nazcan guajes. Inapelable.

El estudio de mercado lo avalan los últimos datos del INE. En el primer trimestre del año, por cada niño parido en León hubo cuatro funerales: el peor saldo vegetativo de toda la comunidad, camino de engordar los 78.573 vecinos que se han perdido desde la creación del engendro autonómico en 1983. Aunque, por lo menos, el indicador sirve para descartar la teoría de la conspiración, como me afeó mi amigo José el trapecista: «Y tú, dando la tabarra todos los días con que se marchan para Valladolid». No hay más preguntas, señoría. La pérdida de población se debe a causas naturales, como la caída de la hoja, y la costumbre de morirse, como advertía esta semana Tom Vadinia al avisar de que en Remolina se había muerto el pedáneo y ocupaba el último nicho del cementerio. ¿Queda prohibido morirse?, se preguntaba para alentar con ironía el debate sobre los servicios que más se demandan en León. Ni teleclubs, ni centros sociales, ni telecomunicaciones, ni infraestructuras de comunicación, ni polígonos intermodales, ni plataformas agroalimentarias, ni consultorios médicos de los que no están cerrados pero se van a reabrir, según la Junta. Tanatorios. Uno en cada pueblo. No hay mejor negocio que la muerte. Ay, señor, llévame pronto, que este cuerpo pide tierra. León, muérete.

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