Diario de León

Luna fría

LA LIEBRE |  Apenas restan media docena de jornadas para que la reverencia del sol al paso del satélite que baila con la tierra nos regale cada día un minuto más de luz

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La última luna llena del año abre de par en par la puerta al invierno. El solsticio, que ya había dejado como prólogo las huellas de sus pies fríos por las mañanas en el umbral de diciembre, entorna la hoja del calendario del corazón de Jesús para que empecemos a verle el dobladillo al alba. Con cada paso embelesado que avanza el plenilunio, sin saber que al otro lado de su sombra se abisma ya el hemisferio norte, la noche larga camina en dirección opuesta al día. No queda mucho para que se crucen en el camino. Apenas restan media docena de jornadas para que la reverencia del sol al paso del satélite que baila con la tierra nos regale cada día un minuto más de luz. Poco a poco. Metro a metro, la oscuridad se rendirá al empuje de los amaneceres en los que la niebla, sorprendida en un renuncio, se retira a deshora para que encontremos en la cencellada su silueta de plumas y agujas dibujada sobre las ramas de los esqueletos de los árboles, en la comisura de los ríos y en el quicio de los bancos en los que se sientan los paisanos que bajan de los pueblos para esperar a la primavera por si decide adelantarse.

Queda mucho todavía por crecer el sol hasta que se acerque de nuevo a la tierra. Por eso merece la pena disfrutar del invierno que hace presa de León. Aunque carece de la buena prensa primaveral, no conviene olvidar que somos deudos de generaciones que se adiestraron en la sabiduría de que aquí la vida discurre entre dos estaciones: la que nos asalta ahora y la que embarca mano de obra hacia las regiones donde el trabajo se engrandeció a fuerza de inversión pública y privada como un derecho, en lugar de menguar hasta convertirse en un privilegio, en la pernada que todavía quieren ejercer aquellos como el presidente de la Fele, quien empezó por hacer de cazatalentos para las listas de la UPL y ha terminado por engrosar la nómina de entregados a la Junta. El frío que nos espera a partir de los próximos días lo llevamos impreso en el tuétano. La herencia genética nos descubre cuando se retira la luna de las noches largas: la que alumbra el tiempo en el que crecen los días, en el que la tierra se ensimisma para purgarse, en el que el azul de las mañanas claras luce sin adulterar, en el que el vaho de las palabras nos permite escribir sobre el cristal el mensaje que nos define: somos hijos de esta luna fría preñada de todos los días que vendrán.

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