Diario de León

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Los ministros son para las ocasiones, como la chaquetina, las cadenas del coche y los condones adolescentes que siempre se caducaban en el doble fondo de la cartera. Conviene tener un ministro a mano cuando no se tiene otra cosa, como un proyecto asentado sobre el papel del BOE, una inversión ejecutada que aporte desarrollo o una estrategia comprometida para acabar con la despoblación más allá de las recetas manidas de la resiliencia, la transición justa y el paracetamol de un gramo. Sin estos inconvenientes conviene pasear de vez en cuando a un ministro por la provincia para que semeje la tensión de la aleta del tiburón sobre las promesas que se hacen viejas en la línea de playa de las elecciones. En este empeño, el PSOE trajo en una semana a dos: el lunes, a Nadia Calviño, vicepresidenta segunda y titular de Asuntos Económicos y Transformación Digital, para que visitara el Incibe y se reuniera con un grupo de empresarios pequeño —no sé bien dónde debería ir el adjetivo—; y el jueves y el viernes, en Ponferrada y León, a José Luis Ábalos, titular de lo que toda la vida fue la cartera de Fomento y ahora se agrupa en un enunciado largo y vacío del que sólo se sabe que controla los aeropuertos como antes Pepe Blanco las gasolineras.

Ambos, miraron de soslayo, fuesen y no hubo nada , salvo el halo que desprendió el valenciano a la espera de la petalada por la calle del Cid, mientras los palmeros del PSOE, vestidos de primera comunión, le llevaban bajo palio como en el cortejo del Corpus hasta el codo de la muralla en la Era del Moro. El incienso de los turiferos socialistas sofocó el olor a sudor de las promesas incumplidas ante el paredón de la fortificación romana en el que le esperaba despechado el alcalde. Pese al escarnio al que le sometió valiente Diez, Ábalos, que venía a un homenaje, despejó otra vez a córner los interrogantes sobre la solución a la chapuza del soterramiento del Ibertren que dejó el PP; la llegada de los servicios Avant; el avance de Torneros; el abandono de la A-60; el soterramiento del cruce de La Granja; el retorno de los convoyes de Feve a la estación de Padre Isla; y el corredor Atlántico, que le suena a atleta gallego de maratón. Con la suficiencia que le da regentar la fontanería del partido, el valenciano apuntó y tragó saliva, mientras reinterpretaba un refrán de su tierra: los ministros, el dinero y los cojones, para las ocasiones. Por si acaso, póntelo, pónselo.

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